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XXXVII Festival del arroz a la asturiana

Sor María Jesús descansa este año

La cocinera más veterana de las fiestas de Miranda confiesa el ingrediente secreto del plato fuerte de la gran cita gastronómica de la parroquia avilesina: mucho mimo

Sor María Jesús Felipe, ayer, en el parque del muelle en Avilés. IRMA COLLÍN

El Festival del arroz a la asturiana de Miranda se celebra ininterrumpidamente desde hace 37 años. Sor María Jesús Felipe es una de sus cocineras más veteranas: desde hace hace tres décadas y media la maestra del Luisa Marillac participa en la cocción del plato más típico del verano mirandino. Sin embargo, este año, como excepción, se la va a a perder. La orden de San Vicente de Paúl, la suya, le ha encomendado para estos días próximos nuevas tareas que no puede dejar de desempeñar. Pese a ello, el empeño cocinero de la religiosa es inconmensurable: "Mientras Dios me dé la salud que tengo, pienso seguir ayudando en lo que pueda", asegura. "San Vicente de Paúl, nuestro fundador, proclamaba que nuestro claustro fuesen las calles. Eso es lo que yo intento ayudando en las actividades de Miranda", explica la monja.

La edición de este año del Festival se celebrará el próximo viernes día 7, como siempre, en el "prao" de la Cruz de la Hoguera. "Para este año está prevista la preparación de tres paellas. Cada recipiente lleva 950 kilogramos de arroz y salen más o menos mil raciones aunque siempre preparamos un poco más, por lo que pueda pasar", dice. "Hay que prepararlo con mucho mimo, removiendo poco a poco sin que se pegue y en caso de que lo haga no hay que arrastrarlo, que si no sabe mal", aconseja la maestra.

La cocinera de la arrozada de Miranda nació en Palencia. Entró en la orden religiosa cuando tenía 15 años. Llegó a Avilés, después de pasar por Madrid, Oviedo y Gijón. "En Miranda la gente es colaboradora, activa y cercana. Recuerdo el homenaje que me hicieron cuando celebramos los 25 años preparando el arroz. Llamaron a mi familia y fue apoteósico, nunca lo olvidaré", comenta la religiosa, que se ha pasado medio siglo en el colegio Luisa Marillac. "Ahora ya estoy jubilada, pero sigo ayudando en la portería, en la cocina y en lo que puedo. Además lo mío era la música, era lo que enseñaba. Toco el piano y sigo con ello en el coro de Miranda", recalca.

El primer arroz que se preparó en Miranda, en la plaza de Santa Ana, agotó los platos. "Los sacamos del colegio, porque no había de plástico, como ahora", dice. El primer año se hicieron tres paellas y los siguientes años siempre se preparó más cantidad. La religiosa reconoce que en las últimas ediciones la venta de raciones ha ido "bajando por culpa de la crisis". Coincide con el diagnóstico realizado por el presidente de la asociación de vecinos y de la comisión de festejos del barrio avilesino, Félix Agustín: las fiestas son demasiados días y coinciden además con otras celebraciones muy importantes en Asturias, como las Piraguas, en Ribadesella, o el Xiringüelu de Pravia. "Lo mejor era hacerlas viernes, sábado y domingo", asegura sor María Jesús. "Es una pena. Viene poca gente y se gasta el dinero del pueblo en las orquestas y sólo van doce personas", se lamenta. En todo caso, "estamos intentando que la Arrozada de Miranda sea considerada Fiesta de Interés Turístico. Eso es difícil y tiene que ser siempre el mismo día, que es el primer viernes de agosto", explica la arrocera. "A veces tengo miedo a que se pegue el arroz, a ver si este año sale bien...", apunta la monja.

El Festival no se hace solo. Sor María Jesús Felipe recuerda a uno de los incondicionales, a Joaquín Rodríguez Gutiérrez, "Quin" de Miranda, recientemente fallecido. "Me llamaba cariñosamente 'Sor Chispitas'. En la presentación de la arrozada, siempre bromeaba con que guardase un poco de arroz para su perro", sonríe .

De todos los años que lleva celebrándose la arrozada sólo recuerda uno en el que hiciese mal tiempo. "No llovió, granizó. Estaba preparando el arroz y empecé a notar como si alguien me tirase piedras, luego me di cuenta de que estaba granizando", apunta. Finalmente todo salió bien y pudieron terminar la fiesta.

Asegura que le encanta cocinar "aunque de pequeña era muy mala comedora", admite."Cuando iba a entrar en el seminario, la superiora me dijo que lo único que podía impedir que entrase en la orden definitivamente era mi problema con la comida. En aquel momento le contesté que me esforzaría muchísimo, que creía que tenía vocación". Asevera que tiene su propia forma de honrar el quinto centenario de Santa Teresa de Jesús. "Decía que Dios también está entre los fogones. Yo sigo sus indicaciones", concluye.

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