Un señor francés que dijo representar a unos inversores saudíes se cargó la inocencia de los políticos asturianos. Se trataba de Maurice-Jean Lauze. En 1993 se plantó en Oviedo para decir que sus clientes planeaban levantar una refinería petroquímica que iba a salvar a Asturias del agujero en el que la reconversión industrial le había metido. Pero todo fue nada. Un "bluff". Fue así que nació el "Petromocho", el mayor escándalo político de la historia reciente de Asturias.

El "Cobremocho" de Corvera guarda semejanzas evidentes con la aventura de Lauze hace veintidós años. Sin embargo, ni los supuestos intermediarios de la compañía Barrick Gold -el empresario de construcción José Caamaño Canosa y los ingenieros José Luis Colao y Luis Suárez-, ni la propia multinacional metalúrgica han cazado un euro público; de hecho, según ha podido saber este periódico, habrían rechazado la posibilidad de aceptar cualquier subvención que pudiera conceder las administraciones regional o municipal.

El alcalde de Corvera, Iván Fernández, anunció este viernes pasado "para evitar rumores" que se había reunido con Caamaño, Colao y Suárez y que habían presentado unos supuestos poderes de representación otorgados por parte de la multinacional canadiense Barrick Gold a través de su filial Compañía Minera de Zaldívar, cosa que ayer negaron tajantemente tanto desde Chile como desde Canadá. Aseguró Fernández que esa última, la sociedad chilena, era la que planeabanconstruir una fundidora de cobre en El Llano de Solís, en unos terrenos vinculados a los propietarios de la compañía Asturmasa. Y los intermediarios se pusieron en contacto con Asturmasa.

El papel municipal representado por Fernández, aseguran desde el Ayuntamiento, se limitó a poner sobre la mesa las condiciones legales del municipio para el establecimiento de la fábrica."Nada más". El ayuntamiento corverano indicó que la construcción de la fábrica se tenía que adecuar a lo previsto en el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) y a su desarrollo posterior por medio de un plan especial. Según ha sabido este periódico, los intermediarios se mostraron dispuestos a invertir 5 millones de euros para adecentar los accesos, construir un nuevo depósito de agua e instalar fibra óptica en la zona. Y toda esta disposición la acompañaron de documentación propia y hasta de una aval bancario millonario, un cheque en blanco que financiaría los primeros pasos dados en Corvera. O sea, dos empresas privadas negociaron mano a mano y el Ayuntamiento de Corvera se mantuvo a la expectativa de la resolución de esa negociación. Sin embargo, fue Fernández el que la hizo pública, pese a que, aseguró, no las tenía todas consigo. Se mostró cauteloso ante lo que pudiera llegar y no lanzó las campanas al vuelo, pero tampoco cerró las puertas a una inversión que iba a suponer la creación, al menos, de 200 puestos de trabajo. Pero faltaba hilarlo todo, sellarlo. El rumor de la inversión empezaba a correr libremente por la parroquia de Solís y Fernández quiso bloquear una riada que podía llegar de una confusión de nombres y empresas.

La reconversión de los años noventa corre paralela a las crisis actuales. El paro es el mayor de los problemas a los que tuvieron y tienen que enfrentarse los representantes políticos regionales y autonómicos. Entonces, en 1993, se pusieron sobre la mesa 366.000 millones de pesetas. Ahora, 90 millones de euros. Pero al final, todo ha quedado en agua de borrajas.