Salinas, San Juan, Xagó, Luanco, Los Quebrantos... Todos los arenales y también los puertos de la región escribieron ayer un nuevo capítulo de máximos y mínimos en la altura de las aguas debido a las mareas vivas de San Agustín, un fenómeno que se da a finales de agosto coincidiendo con la Luna nueva. Si bien hacía días que la diferencia entre la pleamar y la bajamar era notable, ayer se dio un coeficiente de marea de 113, lo que explica la diferencia de aproximadamente 4,5 metros entre las bajamares de las once de la mañana y la medianoche y las pleamares de las 05.25 y 17.43 horas.

La "mareona" de agosto -conocida en astronomía con el término sizygia- regaló a los bañistas kilómetros de arenales a primera hora del día, aunque entonces falló el Sol. Cuando Lorenzo se dignó a salir, las olas se adueñaron de la mayoría de las playas asturianas, donde fue prácticamente imposible extender una toalla.

Las mareas vivas, asociadas a fuertes corrientes, poseen un intenso efecto erosivo, más notorio en aquellos tramos de costa donde el mar tiende a extraer sedimentos en vez de a depositarlos, ya sea por causas naturales o inducidas por el hombre, como supuestamente ocurre en la playa castrillonense de Salinas.