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Clausura de la Escuela de Verano de la UGT

De la Vega: "No nos toca vivir una época de cambios, sino un cambio de época"

"La Constitución cumplió con nota, pero las cosas son hoy tan distintas que hace 40 años es un tiempo remoto", dice la exvicepresidenta del Gobierno

María Teresa Fernández de la Vega, en el centro, a su llegada al palacio de Camposagrado. RICARDO SOLÍS

"No nos ha tocado vivir una época de cambios, sino un cambio de época". Los cambios, los que la sociedad tiene que asumir fruto del devenir histórico y los que hay que trasladar al propio sistema, vertebraron el discurso que la exvicepresidenta del Gobierno María Teresa Fernández de la Vega ofreció ayer en Avilés, durante la última jornada de la Escuela de Verano de la UGT. Con un discurso energético en el que abordó los retos y miserias del momento actual, la miembro del Consejo de Estado de España alertó contra la amenaza del discurso único, que ligó con la novela "1984" de George Orwell, donde el Ministerio de la Verdad reescribe cada día la historia y fabrica un nuevo idioma destinado a eliminar los conceptos y emociones proscritos. "Al final el partido anunciaría que dos y dos son cinco y habría que creerlo. Pero no es así. Vivimos en un momento histórico, único, con tremendos desafíos y enormes oportunidades. Está en nuestras manos aprovecharlas para cambiar el mundo y dirigir la nave por nuevos derroteros de justicia y de igualdad; Einstein nos recomendó que si queríamos obtener resultados distintos, no hiciéramos siempre lo mismo".

El cambio de época al que se refirió De la Vega viene unido a la era de la globalización. "Todo está conectado, todos somos centro y periferia, y la gran red de nuevas tecnologías marca cada día nuestras vidas", afirmó. Sin embargo, los avances que tendrían que haber mejorado la vida de la gente no lo han conseguido. "¿Qué ha pasado? ¿Cómo es posible que siga habiendo millones de personas que pasan hambre, y que otros muchos mueran de enfermedades que tienen cura? ¿Cómo es posible que la tendencia a la igualdad instaurada tras la II Guerra Mundial se haya invertido hasta el punto de que el uno por ciento de la población global posea prácticamente el 50 por ciento de toda la riqueza de este planeta? ¿Cómo es posible que se destruyan tesoros insustituibles de la humanidad en nombre de una doctrina, que se sigan matando mujeres por el hecho de serlo, incluso niños? ¿Cómo es posible que cerremos el paso a los derechos humanos con alambradas, con muros?".

De la Vega encuentra un problema de partida: "El sistema está superado, es obsoleto e incapaz de dar solución a los problemas de un tiempo nuevo". Una de las claves del nuevo modelo que ha de venir es, según la exvicepresidenta, que incluya a todos. "A mi juicio el modelo no funciona porque los problemas y los retos son de todos y han de ser abordados por las organizaciones que nos representan a todos en todos los ámbitos, desde lo local hasta lo global. Hoy los ciudadanos no se sienten representados en las instituciones. Nuestro mundo necesita una gobernanta global, democrática y participativo que aún no hemos sido capaces de darnos".

La transformación radical del contexto afecta a todos los niveles, incluidos el marco constitucional español. "En apenas tres meses se cumplirán 40 años de la muerte de Franco. La Constitución de 1978 nació como solución democrática a la dictadura y cumplió con nota. Pero las cosas son hoy tan diferentes que incluso quienes como yo tenemos edad para haber vivido y combatido esa dictadura, aquellos tiempos nos parecen remotos. Ha pasado muchísimo tiempo, tenemos que asumir que estamos en otra época", apuntó la conferenciante. Y es que en aquel 1978 no se hablaba aún de globalización, ni de comunidad económica europea, e incluso problemas como el territorial o el desempleo tenían una perspectiva diferente.

En cuanto a las prioridades de ese mundo globalizado, De la Vega situó en primer lugar la paz. "Hay vigentes, según datos de Naciones Unidas, 43 guerras, que producen más de 200.000 muertos al año. Según Acnur, 51 millones de personas viven desplazadas y en precario, la cifra más alta desde la II Guerra Mundial, y hay previsiones de que se pueda doblar. Esas personas llegan exhaustas a las puertas de una Europa desconcertada y que ofrece su peor cara ante el desafío".

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