José Emilio Suárez Trashorras, el avilesino que vendió la dinamita de Mina Conchita, cooperador necesario de los atentados del 11-M y condenado a 34.715 años de prisión en el juicio celebrado en 2007, declinó la posibilidad de beneficiarse de un permiso penitenciario para acudir ayer al funeral y posterior entierro de su madre, Agripina Trashorras Gómez, a la que todos conocían como Conchita, que falleció el lunes en Avilés como consecuencia de la enfermedad incurable que padecía.

La madre de Trashorras tenía 65 años y, según los allegados a la familia, su vida ya nunca fue la misma a raíz de la implicación de su hijo en la trama de los atentados del 11 de marzo de 2004. Una de las asistentes a las exequias definió a la difunta como una "madre coraje"; así lo proclamó a voces delante de los periodistas desplazados a cubrir la información del funeral. Otras personas prefirieron increpar y amenazar a los profesionales de los medios, incluido el viudo de la difunta.

La ausencia de José Emilio Suárez Trashorras, según explicó horas más tarde el abogado del avilesino, el allerano Francisco Miranda, del bufete Vox Legis de Oviedo, tuvo que ver con el deseo del reo de no enturbiar con su presencia mediática el clima de recogimiento y duelo que, según entiende la familia, debía presidir el último adiós a Agripina Suárez. No obstante, el reo sí que pudo ver a su madre y despedirse de ella antes de que muriese; eso fue posible gracias a un permiso del que disfrutó a mediados de octubre, el primero que le ha concedido el Juez de Vigilancia Penitenciaria. Ese día, el exminero llegó a Avilés custodiado por la Guardia Civil y disfrutó de una hora en compañía de los suyos.

El funeral por el alma de Agripina Trashorras resultó concurrido -unas doscientas personas- y los vecinos de los Suárez-Trashorras, gente querida en El Arbolón y Versalles, recibieron infinidad de muestras de apoyo, pésames y condolencias. También el sacerdote oficiante de la misa, Francisco del Rey, salpicó su homilía de palabras consoladoras.