Los sentimientos visten la piel con tinta. Esto no es nuevo. Un estudio científico llevado a cabo en el Museo Británico demostró recientemente que una momia con más de 1.300 años de edad descubierta en Sudán tenía en el interior de su muslo derecho un tatuaje con la forma del arcángel Miguel. Los tatuajes son más que una moda, una forma de expresión, una marca que cada cual interpreta a su manera pero que casi siempre esconden un amor, o una pena. Así lo cree el tatuador avilesino Xuama García, un precursor en esto de poner color a los cuerpos que ayer organizó un seminario internacional de tatuadores en el Centro Niemeyer. El invitado estrella: Víctor Portugal, un uruguayo que está considerado uno de los mejores tatuadores del mundo.

Portugal ofreció una clase magistral ante unos cincuenta profesionales llegados a Avilés de distintos puntos del país, Suiza y Canadá. Tras la teoría, la práctica. El uruguayo residente en Polonia pintó el cuerpo de Miguel Gutiérrez trasformando el cine del complejo cultural en una sala aséptica. Tinta aquí y aguja allá, Víctor Portugal dio forma a una especie de calavera haciendo alarde de su "black & gray", es decir, de un juego de sombras oscuras que caracteriza su obra.

Para los tatuadores, la formación es constante. Cada día se enfrentan a nuevos retos en sus talleres. El arte en la piel no caduca. Xuama García es consciente de esto. "Nosotros invitamos a nuestros estudios de Avilés y Oviedo a tatuadores y en nuestro equipo tenemos a personas especializadas en diferentes trabajos: acuarela, abstractos... Yo, por ejemplo, me encargo de tatuajes grandes y a color; es lo que más me gusta", precisa el avilesino, con larga lista de espera para pasar por sus manos.

Xuama engancha, como lo hacen los tatuajes. "Reflejan normalmente historias que te han pasado en la vida. A mí me gusta mucho trasladar a una imagen lo que la gente siente dentro y eso es lo increíble del 'tattoo'. Por este motivo quien hace uno suele repetir", recalca. García es tatuador y confesor. Ayer fue también anfitrión en Avilés. "A los invitados les encanta la ciudad", reconoció mientras Portugal pintaba un cuerpo en el Centro Niemeyer.