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Cuando la ría se cruzaba con pasos de hierro

El viejo puente, falsamente atribuido a Gustave Eiffel, cumpliría 123 primaveras, pero hace diez años fue derribado y cambiado por el actual, de acero pintado de colores

Cuando la ría se cruzaba con pasos de hierro MIKI LÓPEZ

Este año hubiera cumplido 123 primaveras, pero el viejo puente de hierro de San Sebastián dejó de existir hace ahora una década. En su siglo largo de historia fue un eficaz instrumento de comunicación entre las dos orillas de la ría para el tráfico rodado y también para miles de peatones: primero, los que cruzaban en dirección al barrio de San Sebastián, después, los que iban a trabajar a Ensidesa. En los últimos años de existencia pagó el abandono con que la ciudad castigó a la ría y se sumió en un largo deterioro que lo acabó convirtiendo en un vecino incómodo, un espacio inseguro y moribundo que en 2006 se despidió para siempre de la ciudad por decisión municipal. Fue sustituido por una réplica de acero después coloreada cuya imagen dista mucho de aquél que fuera falsamente atribuido, por sus hechuras, al ingeniero Gustave Eiffel.

Los 42,5 metros de largo, 5 de alto y 7,2 de ancho de estructura de hierro (de los que hoy queda un fragmento situado en el paseo de la ría, como testigo del pasado) fueron a parar, en parte, a los hogares de muchos avilesinos. Y es que el Ayuntamiento distribuyó, como recuerdo, pequeños fragmentos de la estructura encerrados en cuadrados de metacrilato. El derribo fue un acontecimiento que duró varios días y que comenzó con el corte en dos trozos de la estructura, para después ir troceando los hierros en trozos más pequeños para poder retirarlos en un camión. El viejo puente de hierro no fue el primer puente de San Sebastián. El primero era de piedra, con tres arcos de medio punto, y comenzó a levantarse en el año 1573. A finales del siglo XIX fue víctima de la modernidad y, tras la acción de la piqueta, de aquél antiguo puente sólo quedan las fotos antiguas que atestiguan la solidez y elegancia austera de la estructura, que tenía tres metros de ancho y que hoy, de haber sobrevivido, sería uno de los símbolos de la ciudad.

Después de la piedra vino el hierro, que se levantó en 1893. Hierro con tablero de madera. Ubicado entre el campo de los gochos y Castro Maderas, el segundo puente de San Sebastián fue testigo de la transformación de la ciudad, que a mediados de siglo dejó de ser una pequeña villa para convertirse una urbe industrial a la que peregrinaron miles de trabajadores. La pasarela de hierro siguió siendo útil, pero a finales del siglo XX cayó en el abandono.

Y si el segundo fue el de hierro, el tercer -y hasta ahora último- puente de San Sebastián es de acero. Su construcción fue concatenada a la desaparición de su antecesor, y prácticamente nadie recuerda el aspecto que tenía en su origen ya que nada más terminado se sometió a las brochas y a la idea creativa del artista Ramón Rodríguez, que convirtió la pasarela en un arco iris. En apenas siete meses de aquél año 2006 las aguas de la ría dejaron de reflejar la estructura oxidada de hierro y el acceso a la margen derecha se convirtió en una amalgama de colores.

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