-¿Mamá, quién es ese chico?-, pregunta un niño.

-El de "El Ministerio del Tiempo"-, responde la mujer.

Sobraban explicaciones.

Con Marc Vigil, pregonero oficial de las fiestas del Bollo, cientos de personas, entre ellas decenas de turistas, cruzaron como en la exitosa serie televisiva que dirige el avilesino la puerta que lleva a 1893. La misión que les encomendó Vigil en este caso era sencilla: mantener viva la llama festiva que un 2 de abril de hace 123 años encendieron Claudio Luanco y Wenceslao Carreño, entre otros. Los avilesinos cumplieron el encargo con sobresaliente: Avilés, especialmente el casco histórico, fue un ir y venir de gente durante la jornada primaveral de Domingo de Pascua.

Vigil leyó el pregón desde el escenario de lona transparente instalado en El Parche. Ante decenas de personas confesó sus miedos. "Gracias a mi profesión he tenido la oportunidad de enfrentarme a muchísimos desafíos. He dirigido rodajes de cine y televisión con equipos de cientos de personas cuyo trabajo depende del mío, he hablado en público delante de multitudes de expertos sobre lo que hago y cómo lo hago. He dado clases en escuelas y facultades para transmitir lo que sé. Pero esto es completamente distinto: es mucho más importante, mucho más complicado... Esto no es mi trabajo, esto es mi vida", precisó en el arranque del pregón.

La vida de Marc Vigil comenzó un año de 1975. "Soy avilesino cien por cien. Aquí he nacido, aquí me he criado y aquí he crecido hasta hacerme un paisano hecho y derecho, y con unas cuantas ideas claras sobre los hombros". El director de exitosas series televisivas tuvo palabras de recuerdo para sus padres, Manolo y Carmen. Manolo fue uno de los especialistas que trabajó para que el Hospitalillo de Ensidesa se convirtiera en un centro médico de referencia. "Aquella fue la primera lección de vida de mi padre: no hay objetivos demasiado grandes si se tiene la voluntad suficiente para conseguirlos", sentenció. El avilesino Marc Vigil recordó una ciudad dibujada por los humos de Ensidesa, sus juegos de infancia y su primera película, la que marcó su presente: "ET el Extraterrestre", de Steven Spielberg, proyectada en el cine Canciller del barrio de Versalles. "Recuerdo el cine Almirante, el cine Florida, Los Chaplin, el Marta y María... Hoy, por desgracia, los centros comerciales y los multicines han acabado con esas salas que recuerdo con tanto cariño", lamentó.

Marc Vigil hizo alusión también a sus colegas, con los que compartió horas de monopatín y música en Avilés. "Así llegamos hasta el año 2000, y las cosas empezaron a cambiar en el Avilés que conocí. Los jóvenes empezamos a tener problemas para incorporarnos al mercado laboral y muchos no tuvieron más remedio que marchar, entre ellos, yo", dijo. Pero Vigil regresa siempre que puede. Ayer lo hizo para leer el pregón de las fiestas más populosas de la ciudad: las del Bollo.

La alcaldesa de Avilés y una de las impulsoras de la Comida en la Calle, Mariví Monteserín, también tomó la palabra en la apertura oficial de las fiestas: "La fiesta del Bollo refleja la luz de una ciudad que siempre ha luchado por elegir su camino y que debe seguir aspirando a definir y enfrentar su propio futuro desde la unidad, la colaboración y el encuentro de todos los avilesinos", sentenció.

La Banda de Gaitas "Villa de Avilés" abrió luego la larga comitiva con la interpretación del himno de Asturias. El reloj municipal pasaba de las doce y media. Acto seguido comenzó el ya tradicional desfile de carrozas, xarrés y carros engalanados que se repetirá esta tarde (18.00 horas) con salida de la calle de José Cueto y llegada a la avenida de Cervantes.

La Cofradía del Bollo y el Ayuntamiento reparten más de 1.600 mantecados

Mientras el casco histórico de Avilés bullía de actividad, muchos vecinos saborearon la miga festiva desde bien temprano. Los integrantes de la Cofradía del Bollo, por ejemplo, celebraron a las once una misa en honor a los cofrades en la iglesia de San Nicolás de Bari. Ángel Garralda, párroco emérito del citado templo, presidió el acto litúrgico de las fiestas del Bollo, en las que debutó el sacerdote Ceferino Díaz Martínez, llegado a Avilés desde Cornellana el pasado verano. Claudio Luanco volvió a ser el alma de esta celebración que tuvo como cada año la ofrenda que escenifica el intercambio de regalos entre ahijados y padrinos.

Los socios de esta entidad recibieron también como en ediciones anteriores el dulce manjar que da nombre a la fiesta. Los del Bollo tenían preparadas quinientas bolsas en las que no faltaba el bizcocho avilesino, una botella de vino blanco y un paquete de longaniza obsequio de un fabricante local. En los soportales de la plaza de Álvarez Acebal, el Ayuntamiento de Avilés dispuso otro puesto que vendió 1.180 bollos, la misma cantidad que el pasado año. Junto al mantecado, el lote -de cuatro euros- estuvo acompañado también de vino blanco de León, una longaniza de Avilés y la bandera blanquiazul del concejo.

El cielo azulado, con más claros que nubes hasta media tarde, animó a cientos de personas a salir a la calle. Hasta tal punto que encontrar un hueco libre en una terraza de Avilés se antojaba una misión harto complicada. Muchos aprovecharon el buen tiempo para descorchar botellas de sidra, las primeras de muchas hoy regarán las calles del casco histórico. Los niños, entre tanto, se convirtieron en protagonistas de la jornada vestidos con el traje regional asturiano: ellos, faja y montera picona; ellas, dengue, mandil y pañuelo. El vermú se prolongó hasta bien entrada la tarde.

Tras unas horas de sosiego y siesta, la "folixa" regresó a las calles de Avilés en forma de música. Los de la charanga "El Felechu" celebraron en el escenario del Parche que llevan ya 35 años dando la murga por las calles de Avilés. Casi nada. Alzaron la voz también numerosos músicos que participaron en el Festival de canción asturiana en distintas categorías. En la ciudad también sonaron habaneras, en el auditorio de la Casa de Cultura, y los sones de "Cerezal". La diversión se prolongó hasta la madrugada.

Hoy continuará la folixa en la calle, donde 15.000 personas tienen reservada silla para comer, casi tantos como los que ayer avivaron la chispa festiva que siempre en Pascua brilla desde 1893.