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La Figura De La Semana | GABRIEL UREÑA | VIOLONCHELISTA PRINCIPAL DE LA ORQUESTA OVIEDO FILARMONÍA

La música que abre los ojos

El violonchelista avilesino, que acaba de triunfar en Oviedo, ofrecerá en Austria un concierto para el cuerpo diplomático acreditado en Viena

Gabriel Ureña, tocando su violonchelo en el parque del Muelle. MARA VILLAMUZA

Gabriel Ureña (Avilés, 1989) acaricia su chelo con los ojos cerrados. Y los que le escuchan no pueden hacer otra cosa que abrirlos y llenarlos de admiración. Obtuvo la plaza de violonchelo principal de la orquesta Oviedo Filarmonía cuando sólo tenía 19 años. Y eso no es muy habitual. De hecho, no es nada habitual. Nadie había logrado un puesto jefe de sección de una orquesta como la ovetense tan joven. Anda ahora por los 27 y está en excedencia. La pidió para realizar un Máster junto a la prestigiosísima intérprete rusa Natalia Gutman en la ciudad de Viena. Y en Viena, precisamente, tiene previsto ofrecer un recital este próximo otoño. Tocará para todo el cuerpo diplomático acreditado en la capital austríaca y lo hará, además, en la Wiener Musikverein, uno de los auditorios más prestigiosos del mundo: el mismo en el que la Filarmónica ofrece cada primero de enero su concierto de Año Nuevo.

Todo eso sucederá en noviembre. Hace unos días, por ejemplo, triunfó en soledad en el Museo Arqueológico de Oviedo. Este fin de semana está en Madrid: el Festival de Verano de la capital le ha contratado para poner música al estío que arde. En unas semanas se va a Santander: al Palacio de Festivales y también a la Fundación Botín?

-He tocado por toda Europa -admite sin presunción-.

Y es que Ureña, siendo un concertista de primera envergadura, sigue siendo un chaval que acudía todas las semanas al Conservatorio de Avilés, en cuyas aulas el profesor Alexander Osokin convirtió a un guaje enamorado de la música en un intérprete internacional.

-Es como un padre para mí en esto de la música, apostilla.

Para llegar a esto, sin embargo, tuvieron que pasar años de formación completa y deseo imperecedero de seguir sonando. "Cuando yo tenía 4 o 5 años ponían más óperas en el Palacio Valdés. Me llevaron mis padres una noche a ver un 'Don Giovanni' y quedé encantado con el sonido de los contrabajos cuando llega el aria del Comendador. Dije que quería ser contrabajista. Mis padres se rieron: 'Ya encontremos un instrumento a tu medida'". Así empezó todo, recuerda Ureña, avilesino de pro, tan de pro como que su abuelo fue Justo Ureña, que fue cronista oficial de la villa y fundó la Sociedad de Amigos del País de Avilés y comarca, entre otras cosas.

Ureña es, asimismo, hermano de Juan, que es violista en la Orquesta de Dortmund, y de Cecilia, que da clases de violín en Chile. Los tres comenzaron su formación musical juntos: en Escuela La Cantoría, en el barrio del Quirinal. "Primero era una actividad extraescolar más, pero muy pronto descubrimos que esto iba a ser lo nuestro", dice el concertista mientras apura su café cortado.

La primera vez que se subió a un escenario no levantaba tres palmos del suelo. La escuela La Cantoría organizó un festival en La Magdalena y Ureña se estrenó en solitario. "La primera vez que me pagaron por tocar fue hace casi diez años. Me presenté a un concurso de jóvenes que organizaba la Orquesta Odón Alonso. El premio era tocar con ellos", recuerda Ureña. A aquel primer concurso -en León- le llevó su profesor de toda la vida: Osokin, uno de los Virtuosos de Moscú. "Junto a él he ido evolucionando poco a poco. Me ha enseñado a tocar y también a enfrentarme a los conciertos. En el de La Magdalena no estaba nada nervioso, era un chaval. En el de León, en cambio sí, me jugaba algo. Pero no recuerdo haber hecho ningún concierto mal. Y es que cuando los hago, los llevo siempre muy bien preparados. Es lo que tengo que hacer", señala Ureña.

Pero Ureña no sólo hace música. Hace surf, snow board? Estudió en el Instituto Menéndez Pidal. "Mi universidad iba a ser el chelo? Eso fue una de las primeras cosas que tuve claras en mi vida", reconoce. Se ha ganado el respeto de todos cuantos le han escuchado: de sus compañeros en el Conservatorio de Avilés y en el de Oviedo y también de los que acuden a los recitales. Cuando Ureña toma asiento y cierra los ojos, empieza la música.

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