Las kilométricas mesas que se desplegaron bajo la gran carpa blanca en Trasona no solo se llenaron de comida sino también de historias personales y de generaciones unidas por el influjo de una isla, Cuba, que recibió a sus ascendientes con la promesa de un futuro mejor. La parroquia corverana congregó a los hijos, sobrinos y nietos de aquellos que emigraron de un país falto de oportunidades para comenzar una nueva vida al otro lado del charco.

"Mi padre emigró con trece años junto a un tío que tenía negocios en La Habana. A los treinta y dos años regresó a Tineo para buscar una mujer con la que casarse y volver a Cuba. Entonces conoció a mi madre, tomaron matrimonio y no se movieron de aquí", relató Pepe Martínez, cuyo padre descendía de una familia que también emigró a la isla habanera.

Existen historias de indianos que lograron saborear las mieles del éxito en La Habana. Otros, sin embargo, no corrieron la misma suerte, y volvieron a su patria de origen con las manos vacías. "Uno de mis antepasados, que era de la zona del 'molín' de Trasona, se fue a La Habana antes del estallido de la Guerra Civil y volvió aquí poco después de que acabase. No logró asentarse en Cuba y regresó sin nada", explicó Roberto Fernández.

Rosi Rodríguez, una de las principales artífices de esta celebración en honor a los indianos, lamentó las bajas que registró el evento a causa del mal tiempo, aunque el recinto acabó albergando a un buen número de asistentes. "Solemos movernos sobre las 650 personas de media, pero este año la meteorología no ha ayudado", comentó Rodríguez sobre la tercera edición de una celebración que reúne a los descendientes de estos indianos en torno a una mesa y siempre vestidos de blanco, o con tonos suaves como beige, unos colores que caracterizaban a quienes retornaba de las Américas. En Trasona ayer se escucharon anécdotas e historias en clave de son y se rindió un homenaje a aquellos valientes que partieron a Cuba en búsqueda de una vida mejor, y que son parte imprescindible de la historia asturiana.