Abelardo González Blanco, el alma del Festival Folclórico Internacional de Música y Danza que hoy baja el telón, del grupo "Sabugo ¡Tente Firme!" y de las "Sardinas de oro", nació "ñurro" por parte de madre y "chocolatero" por parte de padre, lo que para los no iniciados en la idiosincrasia de Sabugo significa que la familia materna era conocida como "Los Ñurros" -hubo un tiempo en que en el barrio marinero nadie se libraba de tener un mote- y la paterna regentaba una chocolatería en la calle Galiana.
El guaje vio la luz en 1941 en la casa Larrañaga, a pocos metros de la afamada cafetería Germán, un negocio también vinculado a la familia, se crió en el "barrio puñetero" -ya lo dice la copla: "Es el barrio de Sabugo / un barrio muy puñetero. / Todo me huele a besugo / y a suela de zapatero"- y pasó por las aulas de las escuelas más sonadas de la época: la de las monjas de la calle la Cámara, la de Don Floro, el antiguo San Fernando, el instituto del Carbayedo y la Escuela de Aprendices de Ensidesa, donde decidió que la siderurgia le interesaba "un pijo" y sus padres, en contrapartida, le metieron de camarero en el Germán para hacerle un hombre de provecho.
Más o menos salió el plan: el chaval tenía más habilidades fuera de la barra que dentro y así fue que su fichaje como comercial por la distribuidora de bebidas González Byass le permitió hacer una brillante carrera profesional durante cuarenta años y granjearse cientos de amistades, algo que en el caso de Abelardo González apenas tiene mérito pues con su campechanía y "savoir faire" -claro exponente del carácter sabuguero- va abriendo puertas por la vida.
El nombre de la pandilla a la que perteneció de mozo y que dio pie a la fundación de "Sabugo ¡Tente Firme!", santo y seña del folclore avilesino desde hace décadas, viene como anillo al dedo para ponerle un lazo a la vida de Abelardo González: se llamaba "La Parranda" y él, probablemente, era el más parrandero de todos, una forma de entender la vida a la que, ya jubilado, sigue fiel. No cogerían en esta página del periódico las anécdotas, genialidades y frases memorables que ha ido dejando por cada rincón de Avilés un personaje tan irrepetible como Abelardo González. Si acaso dejar constancia de que por su afición al mus y a las capillitas de bar fue amonestado -y así consta en una acta de la época- por la propia organización que ayudó a fundar, "Sabugo ¡Tente Firme!", debido a que faltó a un ensayo y fue sorprendido echando la partida tan ricamente.
Hoy en día sigue siendo parte del paisaje avilesino la elegante estampa de Abelardo González acodado en la barra de algún bar, donde muy probablemente habrá pedido un "Tío Pepe" servido en copa de boca ancha, lo que contradice el generalizado protocolo de tomarlo en catavino pero a cambio favorece la percepción olfativa. Cosas de sibarita.
Si juega su Real Madrid del alma le comerán los nervios y habrá cruce de pullas con los culés de turno. Y si surge la oportunidad de echar unos cantarinos, ahí estará su voz grave haciendo los coros. Nunca protagonista, pero siempre sumando, haciendo las veces de pegamento para que todas las piezas encajen. Esa capacidad de movilizar a la gente en pos de un objetivo es lo que explica, quizás, la longevidad de "Sabugo ¡Tente Firme!" -53 años le contemplan-, las 36 ediciones que acumula el Folclórico y las cuatro décadas -con alguna laguna- de premios "Sardina de oro", expresiones todas ellas de abolengo avilesino que tienen desde hace años como denominador común al espigado, bigotudo y bienhumorado Abelardo González Blanco.
