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La memoria insumergible del "Arriluze"

Marcelo Bernárdez es guardián de una herencia intangible: la historia del único náufrago del barco bombardeado en Peñas en 1936 que quedó a vivir en la zona

Marcelo Bernárdez prende un puro de fabricación casera. RICARDO SOLÍS

"Mi padre contaba la historia del barco con miedo y cuando veníamos al Corcón -una pradería junto a Cabo Negro desde la que hay una vista privilegiada del Cantábrico- se echaba a llorar". Habla Marcelo Bernárdez, hijo de José Bernárdez, único tripulante del barco republicano "Arriluze" que tras ser bombardeado en julio de 1936 se quedó a vivir en San Martín de Podes. La historia de José Bernárdez es de película, prueba de ello es que el director Alejandro González Iñárritu quiere llevarla al cine basándose en el libro que escribió Luis de Lezama sobre el relato del barco. Bernárdez falleció en 2006, pero tuvo tiempo antes para contar con pelos y señales sus vivencias. Su hijo es quien las custodia ahora en su memoria.

La historia del náufrago que acabó siendo conocido en Gozón como "Pepe el madreñero" comienza en Cartagena. El joven José Bernárdez (18 años entonces) se enroló en la tripulación del "Arriluze" en compañía de su hermano Avelino por mediación del hermano mayor de ambos, Ramón. El buque había zarpado de Valencia unos días antes. Iba cargado con pólvora y municiones con destino a Bilbao. Tras navegara por el mar Mediterráneo y poner proa al Atlántico comenzaron los problemas.

"Un espía polizón intentó hacerse con el control del barco, si bien ese contratiempo se solucionó y el 'Arriluze' prosiguió el camino", relata Marcelo Bernárdez, vecino de 72 años de San Martín de Podes. Su padre trabajaba como mozo y, en ocasiones, como cocinero. Por sus condiciones, el barco en el que navegaba tenía que ir pegado a tierra. "Venía muy guardadín", cuenta el hijo. "Cuando llegaron a la altura de La Bermea le dieron el alto y comenzaron los cañonazos", añade.

Esos cañonazos procedían del "Almirante Cervera", un barco tomado por los nacionales sublevados y que controlaba las aguas de Peñas. Los primeros disparos no consiguieron su objetivo; sin embargo, un proyectil acabó por golpear fuertemente el timón y otro explotó en la popa del barco. El "Arriluze" intentó buscar refugio en dirección a Avilés si bien le fue imposible y el capitán prefirió encallarlo en Cabo Negro. Cuando las bombas empezaron a silbar cerca del barco, José Bernárdez estaba durmiendo. Eran, según el relato que contó decenas de veces a su hijo, las cuatro de la tarde.

"Estaba con pijama y al darse cuenta de lo que pasaba tiró su maleta. Lo mismo hicieron otros tres marineros", relata el hijo del superviviente. Aviones del aeródromo de Guimarán (Carreño) llegaron al rescate del "Arriluze" cuando en otros puntos de la comarca aún se preguntaban por el origen de los cañonazos. El "Almirante Cervera" se retiró por temor a la aviación. "Me dijeron que los bombazos se sintieron en Santiago de Ambiedes y también en Trasona", apostilla Marcelo Bernárdez.

Al tiempo, la mayoría de los vecinos de San Martín de Podes estaban trabajando las tierras muy cerca de la zona del accidente. "De aquella, para trabajar en el campo los paisanos usaban unas largas fajas blancas con flecos; las unieron todas e hicieron una cuerda para rescatar a los tripulantes que trepaban como podían por el acantilado. Recuerdo que mi padre contaba que venía sin yemas de los dedos de agarrarse a las piedras", detalla el guardián de esta historia.

Los tripulantes del "Arriluze" fueron atendidos en la Casa del Conde del Real Agrado, donde trabajaba haciendo camas la madre de Marcelo, Lourdes Viña, de 14 años. Una vez que José Bernárdez fue curado de sus heridas, se acercó a su dormitorio y observó que ponía sobre la cama un puñado de billetes para secarlos. "En cuanto mi madre lo vio, le dijo: 'Señor, retire el dinero, no vaya a faltarle algo'", relata el hijo.

"A mi padre, gustó-y aquella moza", apostilla. La historia de amor entre José Bernárdez y Lourdes Viña comenzó aquellas noches de verano en las que el marino la acompañaba a casa en compañía de los hermanos de la chica, Pepe Horacio y Pacho. "La acompañaban a casa, en Montoril", apunta. "En ésas, mi madre quedó embarazada y mi padre, como tenía que ir a la mili a Galicia -era natural de Samieira (Pontevedra)-, pues para allí que se fueron juntos", expresa el hijo de ambos. Lourdes Viña, embarazada, se quedó en Samieira con su suegra Avelina mientras José Bernárdez fue a la guerra. En los tiempos de guerra, el servicio militar se hacía en el frente y el náufrago de Podes acabó en los Pirineos. Ya con rango de cabo, José Bernárdez se encontró en los Pirineos con dos vecinos de Podes que también hacían la mili y entre los tres urdieron un plan para escapar a pie, por montes y más montes, esquivando a los nacionales. José Bernárdez era socialista. Semanas después llegaron a Podes, lugar al que ya había vuelto Lourdes. Durante su estancia en Galicia había tenido algún que otro conflicto ideológico por "ser de zona roja".

Pasados los años, José Bernárdez trabajó en una cantera en Pumarín (Manzaneda) "picando piedras para las carreteras" y descargando carbón en barcos del muelle de San Juan, entre otros trabajos. Lourdes trabajó en casa atendiendo a los hijos. Tras su vuelta a Podes fue tejiéndose el mote que definitivamente le quedaría a Bernárdez. Le tocó Pepe "El madreñero" solo por el hecho de vivir en la casa de su suegro, que había sido un hacha haciendo zuecos asturianos.

Marcelo Bernárdez cuenta esta historia tras haber guardado con cariño aquellos billetes que su padre llevaba encima el día que conoció a su madre en la Casa del Conde: "Llevaba 1.025 pesetas en billetes con escudo republicano". Apunta ese dato mientras encamina sus pasos al cabo Negro, también llamado del Infierno por sus escarpados acantilados. Mira al mar desde el prao de l Corcón y se le humedecen los ojos en el mismo lugar donde su padre José Bernárdez, Pepe "El madreñero", se echaba a llorar recordando el bombardeo del "Arriluze".

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