"¡Bravo 'Riki', vaya par de huevos que le echaste!" o "¡Yes un valiente, tío!", fueron algunas de las efusivas felicitaciones que ayer le llovieron a Ricardo Ortiz del Peño, "Riki", cuando pisó la calle del barrio del Carbayedo, donde vive, y donde el lunes al anochecer protagonizó un rescate que probablemente salvó la vida de J. G. A., un indigente natural de Quirós de 52 años atrapado en el incendio del bajo abandonado en el que buscó cobijo para dormir, como informó LA NUEVA ESPAÑA. El más solicitado del día quitaba hierro al asunto y eludía cualquier alusión a su heroicidad: "Yo es que flipo, me llamó hasta la Alcaldesa... Tampoco fue para tanto, ¿no?".

Ricardo Ortiz se gana la vida haciendo "chollos" de albañilería, trabajos de cerrajería y reparaciones básicas del hogar -"hay una clienta que me llama 'Riki Mil Arreglos'", bromea- y tiene 56 años, unas manos enormes modeladas por oficios duros y unos ojos inmensamente azules que brillan emocionados mientras cuenta lo ocurrido. "Había bajado a tirar la basura (vive en la calle Carbayedo, la misma donde se originó el fuego) y estaba charlando con unos amigos cuando la gente empezó a decir que salía humo y se veían llamas en un edificio cercano que está a medias de construir", comienza a relatar.

"A ese solar se accede por una puerta metálica que da a la calle, así que me acerqué con idea de abrirla y preguntar si había alguien dentro. Pegué un par de gritos y sí, hubo respuesta. Las llamas eran considerables y había mucho humo, pero instintivamente tiré pa'dentro. Esas cosas no se piensan, las haces o no las haces", prosigue.

Riki, conocedor de las técnicas básicas para moverse con seguridad por sitios peligrosos gracias a su pasada formación militar, tuvo la cautela de no abrir la puerta accionando la manilla, lo que le habría dejado expuesto de cara al fuego, sino que para evitar el impacto de un posible golpe de calor pegó la espalda a la pared y despejó la entrada al local en llamas con una patada lateral.

Ya dentro, continúa el relato del rescatador, "seguí llamando al tipo para tratar de llegar a él orientándome por la voz, pero no respondía. Vi una especie de chabola construida con chapas de madera que ardía por los cuatro costados y entonces cogí una estaca que encontré en el suelo para poder inspeccionar esa estructura sin quemarme; mientras revolvía las chapas estalló un cristal en mil pedazos... Allí no había nadie".

Pese al calor y al humo que le hacía toser, Riki siguió la búsqueda y, en ésas, volvió a oír la voz que pedía auxilio. "Empecé a rastrear el suelo con el pie, tratando de hallar un bulto y finalmente di con el tipo. Le mandé agarrarse a mi mano para salir de allí juntos, pero era incapaz de valerse por sí mismo. Estaba semiconsciente y balbuceaba", explica. En un arreón de genio final, Riki decidió sacar al hombre a rastras: "Lo cogí por los tobillos y tiré de él. Todavía está ahí el surco que quedó en el suelo". A la vista del referido surco, el arrastre no fue poca cosa, al menos veinte metros, rodeados de humo y fuego y sobre un piso irregular lleno de escombros, cajas y todo tipo de basura.

Cerca ya de la puerta por la que había entrado, Riki y la víctima del incendio recibieron la ayuda de un hostelero que estaba pendiente del desenlace del rescate. Otras personas trataron de apagar las llamas con extintores, pero sin mucho éxito; finalmente fueron los bomberos quienes las extinguieron.

Los sanitarios llegaron al poco rato y se hicieron cargo tanto del indigente como del rescatador; ambos presentaban evidencias de intoxicación por humo y el primero, además, tenía quemaduras en al menos un brazo y heridas en la cara fruto de haber sido arrastrado por el suelo. "Nos pusieron juntos en el box de Urgencias y allí fue donde el hombre, ya más entero, me dio las gracias por haberle sacado del fuego", asegura Riki, al que los médicos dieron de alta durante la madrugada. El indigente, usuario habitual del albergue de transeúntes de Sabugo, también abandonó el centro hospitalario durante el día de ayer.

Ayer sólo se hablaba de dos cosas en el Carbayedo: de la vergüenza y el peligro que supone la existencia del solar abandonado donde se originó el fuego y de la suerte de contar en el barrio con un ángel de la guarda como Ricardo Ortiz del Peño.