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El cierre del Cliché entristece Sabugo

Mari Luz Hevia y su hijo Marcos Rodríguez bajan la persiana del establecimiento, templo de bohemios y noctámbulos, que marcó una época en el barrio marinero

Mari Luz Hevia y Marcos Rodríguez Hevia, el segundo disfrazado para Carnaval. R. SOLÍS

El hostelero Marcos Rodríguez Hevia, "Figu", fue hasta el pasado martes la única persona en condiciones de discutirle a "La Monstrua", la estatua de Favila que concita la admiración de los turistas y el cariño de los avilesinos, el título honorífico de personaje más popular de Sabugo. Vecinos de esquina, la que forman las calles La Estación y Carreño Miranda, el chigrero en su local y la estatua en su pedestal han competido sanamente como iconos de un barrio que de siempre ha tenido a gala ser parada obligada de bohemios y de noctámbulos, de vecinos de aquí y de gente de paso, de personas acomodadas y de menesterosos... una mescolanza que identifica a Sabugo como uno de los rincones avilesinos que más autenticidad destila en cada recoveco de sus calles de piedra.

Ese pulso de popularidad entre Figu y La Monstrua finalizó este miércoles. Con el rayar del alba, y tras haber sido fiel por último día al horario nocturno que caracterizó al local en sus últimos años, el Cliché puso punto final a una aventura empresarial iniciada en 1995 por Mari Luz Hevia, madre de Marcos Rodríguez, y antes alentada por Alberto Carreño, que fue quien le proporcionó al pub su legendario nombre, santo y seña de la movida sabuguera de los años ochenta y noventa, templo de reunión de muchas de las peñas que sembraron la semilla del actual Antroxu de Avilés y, sobre todo, un lugar "afayadizu" donde nunca faltaba gente interesante e incatalogable con la que tomar una copa. O las que cayeran.

El Cliché fue motor de la eclosión hostelera de Sabugo -¡qué años aquéllos!- y aguantó el bajonazo cuando llegaron las vacas flacas. Mari Luz Hevia acabó dando el relevo a su hijo hace unos años para centrarse en otras actividades y fue entonces cuando emergió la figura de Figu, valga la redundancia. El mote por el que casi todo el mundo conoce a Marcos Rodríguez es consecuencia del uso de una coletilla que acabó por trascenderle, al punto de que había clientes que se sentían defraudados si no la oían pronunciar en el momento de cerrar la comanda o pedir la cuenta: "Dos cacharros y una cerveza, ¡qué bueno 'figu'!", "¡Son dos euros, figura!"

A Figu se le puede atribuir la invención de un género hostelero plasmado en sus numerosas manías (como la colocación milimétrica de las sillas de la terraza), sus simpáticas expresiones ("'Mahou' por ahííí...", "tras, tras, tras", "lee el periódico si quieres, ¡eh!") y su peculiar forma de llevar el bar (propios y extraños se asombraban cuando el espigado camarero les dejaba en la mesa el vaso con hielo, el refresco y la botella de licor para que ellos mismos se sirvieran al gusto la copa).

Madre e hijo inician ahora una nueva etapa, que estará marcada por la gestión de un negocio de turismo rural en Cudillero. La salud de ambos agradecerá el cambio de aires, que ya se sabe que la noche es muy castigadora para quienes la trabajan. Ayer recogían sentimientos encontrados: felicitaciones por su trabajo honesto durante dos décadas y pesadumbre por la tristeza que empapa Sabugo, que se sabe un tanto huérfano sin el buen humor de Mari Luz y las trastadas de Figu.

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