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Centurias de humedad en la Merced

El problema que afecta al monasterio de Santa María de Raíces, en vías de solución, obligó a los franciscanos a trasladarse a Avilés en el siglo XVII

Interior del monasterio de la Merced visto desde el exterior. MARA VILLAMUZA

La lucha contra la humedad, un problema que ha impedido abrir al público el monasterio de la Merced desde su rehabilitación hace una década, es un mal endémico al estar construido el edificio sobre dunas de arena y zonas pantanosas de humedal, además de la proximidad del cauce del río Raíces. Los trabajos para eliminar este problema, que comenzó la semana pasada pueden dar al traste con la tradición histórica y terminar con las paredes empapadas de agua. "El deseo es que el monasterio, por su trascendencia histórica y singularidad patrimonial, pueda abrirse como espacio cultural que permita interpretar la Edad Media", afirma la alcaldesa de Castrillón, Yasmina Triguero.

La humedad que invade los añejos muros del edificio no es un problema nuevo. Según el historiador y técnico municipal de patrimonio, Iván Muñiz, fue una de las causas que obligaron a los frailes a trasladarse de Raíces Viejo a Avilés. "Esta vieja batalla contra el medio ambiente fue librada por los propios frailes franciscanos que habitaron el enclave hasta el siglo XVII y es una de las razones para el traslado final de la comunidad al nuevo monasterio que se construyó en Avilés", señala.

"El monasterio de Santa María de Raíces -como también se conoce al convento de La Merced- puede considerarse como uno de los edificios más singulares que perviven de la Edad Media asturiana. Está emplazado en una gran duna de arena que cabe imaginar como una pequeña isla en un medio acuoso de marismas y juncales. Y es el único ejemplo de eremitorio franciscano superviviente, ligado al intento de reforma de la orden en los siglos bajomedievales cuando, frente a los grandes complejos situados por lo habitual en la periferia urbana, como el de Avilés, se trató de recuperar el ideal de humildad y ascetismo de la comunidad primitiva, seleccionando espacios aislados y mucho más pobres", explica Muñiz.

El monasterio franciscano fue impulsado por la familia González de Oviedo, un linaje que en el siglo XIV había alcanzado alturas de gran dignidad en la escena política castellana y que en Asturias se convirtieron en grandes protectores de la orden fundada por San Francisco de Asís. Del monasterio original se conserva especialmente la iglesia, la sala capitular con una triple arquería de medio punto, y la fachada del palacio que la familia poseía para pernoctar en Raíces y acudir a los oficios religiosos. Esta fachada, que conserva el blasón del linaje, es otro de los grandes elementos patrimoniales, teniendo en cuenta la reducida nómina de arquitecturas palatinas de la época que se preservan en Asturias, máxime fuera del ámbito urbano, como explica el experto.

Las obras emprendidas en el monasterio por el Ayuntamiento consisten en aligerar las paredes de la carga y airearlas, una intervención poco agresiva para el inmueble. Asimismo, se cambiará la instalación eléctrica y la iluminación. El coste del proyecto ronda los 22.000 euros.

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