La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La mansión de los cuentos

El secreto de la frutería

La tienda donde los productos tenían un sabor único gracias a una receta mágica de sus entrañables dueños

Un grupo de niños, con el libro del protagonista principal de los cuentos de LA NUEVA ESPAÑA, durante las pasadas fiestas navideñas.

Ya se han acabado las fiestas, pero como dice Ratonchi, hay que seguir siendo buenos todo el año, no solo en Navidad. Los dos estamos muy contentos y Peladilla también, pues donde quiera que voy; por la calle, en cafeterías, en los taxis... me encuentro con gente que me habla con mucho cariño de Ratonchi y de los cuentos de los miércoles en LA NUEVA ESPAÑA, así que desde aquí os doy las gracias a todos.

Ahora os contaré algo que espero que os haga reflexionar...

No hace mucho tiempo, mientras paseaba tranquilamente bajo el sol, descubrí un lugar muy curioso y lleno de magia. Se trataba de una frutería. Su escaparate estaba perfectamente adornado y allí tenían expuestas frutas muy variadas, incluso de distintas partes del mundo. Fue precisamente eso lo que llamó mi atención, así que, sin pensarlo dos veces, entré.

La frutería estaba regentada por un matrimonio de unos sesenta años. Eran sumamente encantadores y educados. Me ofrecieron probar alguna pieza de fruta y acepté de buen agrado, ya que tenía hambre. Probé una fresa y me resultó riquísima, no recordaba haber comido una fresa con tanto sabor en mi vida. La mujer insistió en que probase otra fruta diferente, estaban seguros de que me gustaría. Así que me ofreció un trozo de una manzana roja ¡Estaba deliciosa! Me ocurrió lo mismo, no recordaba haber comido una manzana tan sabrosa en mi vida.

Les pregunté a los señores cómo era posible que la fruta que suelo comer a diario tuviera tantísimo sabor y estuviera tan rica en su tienda. Pensé que además debían tener precios muy caros. Pero cuál fue mi sorpresa cuando me dicen que, en esa tienda, la fruta es gratis. Se regala a aquellas personas y animales que quieran probarla. El dueño además me confesó que esa frutería guardaba un gran secreto.

Normalmente, la gente quiere comprar la fruta que esté en perfecto estado, la más brillante, la de los colores más bellos. Nadie quiere comprar alimentos que no sean atractivos, que sus colores no sean bonitos ni que tengan imperfecciones, por muy pequeñas que sean. Pero esta frutería es muy diferente.

El dueño me explicó que las tiendas se deshacen de la fruta con magulladuras o con colores más apagados y tiran a la basura estos alimentos, pues nadie los quiere. Cuando las tiendas llevan estas cestas de fruta a la basura, el matrimonio las coge y se las llevan a su tienda. Una vez allí, cogen las piezas de fruta, las limpian cuidadosamente, les quitan las imperfecciones, con un paño las acarician con mucho cariño hasta sacar su brillo y, finalmente, las ponen en el escaparate. Les lleva tiempo, pero lo hacen con muchas ganas. Realmente les dan una segunda oportunidad a las frutas, que a simple vista nadie quería, las que todos desechaban y que, al final, resultan ser las más sabrosas.

Cuando el dueño me desveló el secreto me quedé muy pensativa... Quizás deberíamos actuar todos como en esta frutería, pues hay muchas personas a nuestro alrededor, que quizás tan solo necesiten una caricia de nuestro paño para poder brillar.

Os espero el próximo miércoles con más aventuras de nuestro amigo Albertín. Portaos bien o vendrán las brujas Picotera y Apestosa y harán de las suyas.

Compartir el artículo

stats