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JOSÉ ORTIZ BONILLA | CONSERJE DEL CENTRO DE MAYORES DE LAS MEANAS

El conserje de la eterna sonrisa y el más madrugador

Llegó a Avilés con año y medio y le restan tres para jubilarse y hacerse socio del centro de Las Meanas, donde trabaja

José Ortiz Bonilla cierra la puerta del centro de mayores de Las Meanas. M. V.

Tiene que abrir las puertas del centro de mayores de Las Meanas a las diez, cada mañana, pero él ya está allí a las nueve menos diez. Le gusta preparar las cosas con calma, esperar a que lleguen los periódicos del día, saludar a la responsable de la cantina y a la peluquera... Así es José Ortiz Bonilla, el conserje de la eterna sonrisa, que, con sus 63 años, podía estar ya jubilado, pero se resiste a hacerlo. Le encanta su trabajo, siempre, eso sí, sin apurones: "Me gusta venir sin prisa, y cuando cierro a las ocho, igual no marcho hasta las ocho y media. Pero que no me metan prisa".

El centro de mayores de Las Meanas es su destino desde hace dos años, y antes estuvo en el Conservatorio Julián Orbón y recorrió también prácticamente todos los colegios de Avilés: el Marcelo Gago, el Sabugo, el Llaranes, el Apolinar Hevia, el San Cristóbal... "Todos menos el de La Carriona, que es donde vivo yo", dice. Y de todos guarda grandes recuerdos y una excelente relación con la comunidad escolar. "Aquí es diferente pero también estoy muy bien", afirma. Aunque reconoce echar de menos las risas y juegos de los niños. "Mucha gente del conservatorio pasa por aquí y me saluda. Yo procuro llevarme bien con todos", indica.

La patria chica de este conserje de poblado bigote es Córdoba, aunque se considera totalmente asturiano. A Avilés llegó con apenas año y medio por motivos laborales: su padre fue trabajador de Entrecanales. En todos estos años sólo estuvo dos o tres veces en su pueblo natal, y fue a ver la Virgen de la Sierra. Pero pesa mucho más sus vivencias asturianas. En Avilés, tuvo su primera residencia en Valliniello, y luego, con 9 años, se mudó a La Carriona, donde aún reside, con un paréntesis de ocho años en La Luz. Y, cosas de la vida, se casó con otra andaluza, Rafaela Berlanga, una malagueña a la que conoció en Avilés. "Ella estaba aquí con los tíos, aquí la conocí y aquí me casé", cuenta.

Bonilla tiene claro su calendario: "Me quedan dos años y siete meses para jubilarme... Pero no, no tengo ganas. Que me toque cuando sea, pero de momento estoy encantado trabajando, me siento feliz". Por eso confiesa este conserje que va a echar de menos la que es su profesión desde 1984. Anteriormente había trabajado en una empresa de construcción de refractarios, un trabajo mucho más duro, que dejó a la fuerza porque en 1982 lo despidieron.

Mientras habla, Bonilla estruja casi imperceptiblemente con su mano una pieza de espuma en forma de corazón, que casi no se ve en el puño cerrado. Es de color rosa y tiene pintados unos ojos y una boca. "Es un recuerdo de mi madre", explica. "Era ciega, y cuando murió, hace cinco años, recogí del hospital este corazón, con el que ella siempre jugaba", añade. Su madre vivió, como él, en La Carriona, donde crió a sus cuatro hijos, que continúan viviendo todos en las inmediaciones del concejo.

Y aunque no quiera jubilarse, Bonilla ya tiene hechos los planes para ese momento en el que acudir al centro de mayores de Las Meanas ya no sea una obligación. "Me agarraré a mi mujer y me iré a Málaga", asegura. Y esto es por motivos de salud de su esposa, ya que el clima mediterráneo le viene bien para frenar el avance de asma y problemas de articulaciones. "Ella va una vez al año, tiene allí a su madre y a sus hermanos", explica.

La salud de su mujer, añade, es lo primero. Pero también tiene planes de hacerse socio del centro de mayores que ahora custodia. "Si Dios quiere, cuando me jubile me quedo aquí ya de socio". Porque el tiempo libre necesita emplearlo en algo. "No valgo para estar en los bares, aunque un cafetín aquí arriba sí que tomo", dice en alusión a la cafetería del propio centro de Las Meanas. ¿Y qué otras aficiones tiene Bonilla? ¿El fútbol? "Hombre, me gusta que gane el Sporting. Y el Oviedo, y el Avilés...". La mala situación en la tabla de los sportinguistas, con una concatenación desastrosa de derrotas, no le preocupa, y asegura como una sonrisa: "Como dicen los seguidores del Betis, viva el Sporting manque pierda".

Y es que la sonrisa no la pierde casi con nada. "Me gusta ser así, tener siempre la alegría que tengo ahora. La tristeza, para quien la quiera". No es de extrañar, con este carácter, que le guste la música. "Vaya, todo lo que quieras. Pasodobles, cumbias, tangos..." Y el baile le gusta más "que a un sediento un vaso de agua". Pero la profesionalidad, lo primero, y se contiene las ganas de marcar unos pasos cuando el centro en el que trabaja organiza una actividad de baile. "A veces alguien me anima a que baile... Pero iba a quedar muy mal". Y así, con esa profesionalidad, abrirá mañana Bonilla, sonriendo, las puertas del centro de mayores de Las Meanas, sin prisa, pero siempre puntual.

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