-Tere, ¿no tienes animales?

-Los tengo, pero ya se cuidan solos -bromea la aludida.

En torno a la iglesia de La Magdalena se arremolinan los dueños y sus mascotas. El cura del barrio, Alfonso Abel Suárez, había convocado una bendición conjunta para ellos a la salida de la misa de doce, unos días después de San Antonio Abad, su patrón -su fiesta está señalada cada 17 de enero-. Pese al retraso en la celebración, la convocatoria causó ayer sensación en La Magdalena, en San Agustín y en Versalles, tres de las parroquias a cargo del sacerdote.

En el entorno del templo de La Magdalena no cabía ni un alma en torno al mediodía. Había perros de todas clases y algún gato con ganas también de bendición. "No está mal que estén benditos, ¿no?", comentaba Dionisio Rubio, el propietario de un yorkshire que responde al nombre de "Lolo".

Por una vez, los animales domésticos tienen el paso expedito al templo. "¿Se puede pasar con la perrina?", pregunta Elma Vega, que tira de "Toya". "Vengo para que socialice un poco, que tiene más miedo...", se ríe mirando a su mascota. Mientras el cura oficia la eucaristía, se escuchan en la iglesia lamentos de los animalinos más nerviosos y los susurros de los amos más inquietos.

"Los animales nos ofrecen mucha compañía, sobre todo, a los mayores. Nos obligan a salir a la calle e, incluso, también nos obligan a hablar. Porque hablamos con ellos", explica el sacerdote minutos antes de decir: "Podéis ir en paz". Así es cuando empieza a bendecir dentro de la iglesia y, al poco, sale a la plaza, donde esperan los gatos de Jesús Castro y de su madre Tina Quintana, "Sira" y "Depu", de un año y cinco meses de edad. "Yo ya venía aquí cuando vivía don Julián Ron, aunque con otro perro", comenta José Manuel Pérez, que es el propietario de un pequeño westy de color blanco de seis años. Por su parte, Belén Alonso explica que no es la primera ocasión que lleva a sus animales a bendecir. "Teníamos antes una husky y fuimos a Tabonerda", señala. No en vano, en la localidad illense también los animales tienen las puertas abiertas del cielo: la ermita que vigila la subida del Gorfolí es, precisamente, la de San Antonio Abad, o sea, de San Antón, el patrón de los animales. Y es que el abad alcanzó la sabiduría de la observación de los animales. O eso cuenta la tradición.

El sacerdote Ceferino Suárez se encarga de vigilar el acceso a las puertas del pequeño templo y usa el hisopo tanto para los animales como a los humanos. "Y aprovecho que estáis aquí para bendeciros a todos vosotros", dice después de haber franqueado las puertas del cielo a conejos, perros y gatos. "Este año son más los gatos", observan los fieles.

En la iglesia de San Agustín, en el parque de La Magdalena, Alfonso Abel Suárez había bendecido a primera hora de la mañana. Pablo Mancisidor, Nicolás González y Diego García habían llevado a "Nevado", que es un perrín de color canela asustado por lo desconocido. Edgar Arenas llevó a su periquito a la iglesia, con jaula y todo.