La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Albertín y los caracoles (2)

Las aventuras del travieso avilesino con estos pequeños animales y las sorpresas que se lleva su madre

Alumnos del colegio San Nicolás de Bari, en un encuentro de lectura protagonizado por personajes de los cuentos de LA NUEVA ESPAÑA de Avilés. MARA VILLAMUZA

Tras pasar un tiempo intentando salvar a los caracoles, hasta que Alberto los devolvió todos a su sitio (cosa que no hace en casa nunca con sus juguetes), la madre del pequeño llegó a casa agobiada y con el pelo mojado, pues la lluvia los había pillado. Así que decidió darse una buena ducha con el agua muy caliente. Estuvo bastante tiempo disfrutando de la serenidad mientras duraba la ducha, hasta que se paró a pensar que había demasiado silencio, y el silencio en esa casa no es nada bueno, porque quiere decir que Albertín está tramando una de las suyas. Así que decidió salir y constatar que todo estaba bien por casa.

Comenzó a buscar al niño en la habitación, pero no estaba. Fue a la sala de estar y tampoco se encontraba en ese lugar, entró en la cocina y allí se topó con la primera sorpresa: una lechuga en medio del suelo de la cocina. ¿Qué haría una lechuga allí? Albertín, pensó... Cuando salió de la cocina vio al pequeño: estaba en el cuarto de baño, sentado, de espaldas a la puerta.

-¿Qué haces?, -preguntó su madre.

El pequeño se llevó un susto de muerte, no esperaba escuchar la voz de su mamá por la retaguardia. Pero de inmediato escondió lo que tenía entre sus manos y que su madre no pudo ver.

-Sal de ahí y vete a la sala de estar con papá, -le dijo su madre. Así fue. Su madre, mientras, aprovechó para secarse el pelo. Cuando acabó, regresó a la cocina y volvió a encontrarse con la lechuga en el suelo; y esta vez bastante despelurciada. Ella no, la lechuga, pues tenía la mitad de las hojas rotas y algunas estaban por el suelo.

-¡Albertooooo!, -gritó esta vez con mayor intensidad.

Pero el pequeño no contestaba, así que fue con rumbo fijo en su búsqueda y captura. Como era de sospechar, volvía a estar en el baño, nuevamente de espaldas a la puerta. ¿Qué estaría tramando?

-¿Pero qué haces ahí? ¿Y qué haces jugando con la lechuga?

El pequeño rápidamente llevó sus manos a la espalda, estaba claro que algo escondía y menuda es su madre para sonsacar la información.

-¿Qué tienes en las manos? Déjame ver.

El tono de la madre estaba poniendo la situación muy tensa. Albertín negó con la cabeza en rápidos movimientos. No estaba dispuesto a que su mamá desvelase el secreto, pero el partido acababa de empezar y su mamá estaba atacando con mucha autoridad.

Pese a que el niño se negó varias veces a desvelar su secreto, su madre logró hacer que el pequeño sacase sus manos de la espalda, aunque con el puño cerrado. La mujer observó que en sus manos ocultaba algo, pero de lo que sí se percató es que también escondía una caja pequeña de cartón repleta de hojas de lechuga. Se quedó atónita. Su hijo estaba arrancando hojas de una lechuga para meterlas en una caja de cartón en el cuarto de baño... Esto da para escribir un libro pensó...

La madre de Albertín quiso darle la mano al pequeño y así ayudarle a levantarse del suelo. ¡Menuda sorpresa se llevó cuando al niño, no le quedó otra que abrir el puño y así aparecieron nada menos que dos caracoles! Uno en cada mano. Su madre no se lo podía creer. ¡Había traído caracoles a casa!

Los tuvo durante dos días en casa, y después los devolvieron al prado de debajo de su casa. Al menos pensó en el detalle que había tenido su hijo de hacerles a los caracoles una casita con hojas de lechuga para que se pudieran alimentar... Claro que esto lo pensó antes de ponerle el abrigo a la mañana siguiente para ir a la calle y encontrarse los bolsillos repletos de caracoles...

Compartir el artículo

stats