Carmina Jiménez es natural de Peón (Villaviciosa), centenaria y vive en La Paxarada desde hace más de tres décadas. Sus hijos, Ramón y Agustín Jiménez, también fueron de los primeros en asentarse en la colina ubicada al otro lado del barrio de La Vallina de Luanco. Tras años habitando en chabolas y módulos, saben que les queda poco ya en el poblado tras el anuncio del Principado y el Ayuntamiento de Gozón de desmantelar el último gran poblado de infraviviendas de la comarca. Pese a todo, la costumbre les ha generado apego y, aunque desean vivir en una vivienda normalizada, aseguran que les costará.

El director general de Vivienda, Fermín Bravo, desveló hace varias semanas que, antes de final de año, se prevé realojar a tres familias del poblado en otros tantos pisos propiedad de la sociedad pública Vipasa, que tienen que ser acondicionados. Los principales candidatos son Miguel Jiménez y su pareja Eva Jiménez y sus dos pequeños, Gorka, de cuatro años, y Neymar, de cuatro meses. Son los primeros de acuerdo a los planes del Ayuntamiento de dar prioridad a las familias con menores a su cargo. "Ir a un piso es lo mejor para mis hijos, vamos de cabeza, ojalá que nos toque pronto", expresa ella, mientras sostiene al pequeño Neymar ante una pared de la chabola, decorada con dibujos de Gorka.

Ramón Jiménez crió a sus hijos en La Paxarada. Recibe una paga por enfermedad y afirma que trabajó en varios planes de empleo del Ayuntamiento. "Muchos nos dedicamos al ocle, a la chatarra... yo mismo hice esta chabola", relata el hombre, que cuida a su madre Carmina, arropada con una manta en una fría mañana de invierno. "Llegó a haber veinte familias, ahora solo quedamos nosotros", dice Jiménez, que habita en la chabola más próxima a la carretera. Al lado, un camino y, más allá, un huerto que atiende Miguel Jiménez, el padre de Gorka y Neymar.

Un poco más arriba, Agustín Jiménez recuerda cuando La Paxarada era un barrizal y "no había ni caleyas". "Caía el agua por todos lados", relata el hombre, que menciona a su hermano Ramón Jorge, ya fallecido y otro de los primeros habitantes del poblado de La Paxarada. Con el paso de los años, el Ayuntamiento acondicionó la zona y, pese a las circunstancias de vivir en una chabola, "la calidad de vida mejoró". Los días de lluvia son los peores, reconocen los miembros de esta numerosa familia que ha aprendido a lidiar con el frío. "Pero si estos últimos años apenas hace frío, yo lo noto un poco por los huesos pero esto ya no es lo que era", añade Agustín Jiménez, que también cuenta que trabajó en el Consistorio realizando labores de limpieza.

"Somos los primeros en venir y los últimos en marchar", remata a continuación. Tiene el deseo de verse pronto viviendo en una casa o en un piso y lo reclama "por salud, para curar mejor la enfermedad de huesos" que tiene. En invierno, dicen los Jiménez, pasan frío y la peor parte, reconoce, la llevan los niños. "Yo aquí estoy a gusto, si pudiera elegir, quiero me toque una casa con algo de terreno", cuenta Ramón Jiménez, mientras conversa con su prima Irene Jiménez, y destaca que no tiene "ningún problema por pagar un alquiler" como hacen sus parientes en las viviendas de protección situadas en el entorno del cuartel de la Guardia Civil de Luanco.

El Ayuntamiento de Gozón inició hace años un plan de eliminación de chabolismo centrado en este núcleo en coordinación con el Principado. Ese proyecto ha dado sus frutos y ya son muchas menos las familias que habitan en estas infraviviendas. "Antes vivíamos aquí muchos, muchísimos, y había de todo: niños, viejos, jóvenes... de todo. Ahora vamos quedando menos y tenemos ganas de cambiar, ya son cuarenta años en La Paxarada y ya soy mayor", relata Agustín Jiménez, de 76, vestido de traje y con una camisa de franela porque el frío sí le importa. "Fuimos los primeros en llegar y vamos a ser los últimos en marchar", concluye.