Son la historia viva del colegio San Fernando. Ricardo Fernández Suárez, José María León Pérez y Jesús Barbón, presidentes en distintas etapas de la Asociación de Antiguos Alumnos, acumulan decenas de anécdotas de su paso por las aulas del centro educativo, que este año celebra el 75.º aniversario. A las 19.30 horas de hoy compartirán públicamente sus vivencias y recuerdos en una charla que protagonizarán en el palacio de Valdecarzana, organizada por el Club LA NUEVA ESPAÑA de Avilés. Junto a ellos estará el historiador Juan Carlos de la Madrid, igualmente, antiguo colegial, que actuará de moderador, y Pablo Pérez Díaz, el último alumno en incorporarse a las filas del colectivo.

"Llegué al San Fernando procedente del instituto Carreño Miranda en 1941 para cursar tercero de Bachillerato. Entre los profesores que tenía estaba José Martínez, que abrió mi mente a las matemáticas, fue como levantar una persiana. Hizo una especie de milagro conmigo", señala Ricardo Fernández Suárez, alumno de la primera promoción del colegio. Su habilidad en esta materia le valió el apodo de "Rey indiscutible de polinomios e integrales".

Con una memoria prodigiosa, Manzaneda, como era conocido entonces, o Rico, como le llaman sus amigos, recuerda con todo lujo de detalle los nombres completos de profesores y compañeros y las muchas vivencias que tuvo como alumno interno en el palacete de La Magdalena, donde nació el colegio en octubre de 1941. Además de sus hazañas en torno a las Matemáticas, aún tiene presente algunas de las trastadas habituales de aquellos años de adolescente y sus actividades durante los fines de semana. "El castigo por fumar u otro comportamiento grave era un corte de pelo al cero. A mí nunca me castigaron porque no fumaba", relata para recordar una fuga nocturna que tardó en ser descubierta por la pericia de los jóvenes. "Una vez que don Víctor (en referencia a Víctor Pérez García-Alvera, fundador del colegio) estaba acostado, nos fuimos al Carbayedo para despertar a un taxista e ir a la verbena del Socorro de Luanco. ¡Qué tiempos!", comenta para enlazar con las peleas que se sucedían a causa del fútbol u otros asuntos, entre ellas, la que enfrentó a dos buenos boxeadores que se retaron en un combate en la explanada del colegio y que fue presenciado por la casi la totalidad de los alumnos.

La capacidad matemática de Ricardo Fernández Suárez orientaban sus pasos hacia la ingeniería, pero nada más terminar el bachiller falleció su padre y las circunstancias le llevaron a la vida laboral y a convertirse en un reconocido empresario del transporte y alcalde de Avilés por la UCD en los años de la Transición.

Fernández Suárez coincidió en el San Fernando con José María León Pérez, que llegó al vetusto edificio educativo procedente del San Luis de Pravia de la mano de don Víctor Pérez. Vivía en Salinas y acudía a clase en tranvía. "Llevaba la comida y la calentaban en el colegio. Los lunes y jueves que había paseo en el parque me daba mucha rabia tener que cargar con la cesta; se la daba a mi hermano para que la llevara", rememora para admitir que "fui un estudiante regular. Las matemáticas se me daban fatal; era más de letras". Aún así, ingreso en la facultad de Medicina en Madrid con 16 años y en 1955 obtuvo una plaza de la Seguridad Social de analista en una consulta de la calle Cuba de Avilés. A partir de ahí, permaneció 39 años en la Real Compañía Asturiana de Minas, pasó al Instituto de la Marina, estuvo en el hospital de Caridad y en un laboratorio de la calle La Fruta. También fue alcalde de Castrillón.

Al echar un vistazo a su vida, reconoce haber disfrutado tanto de la infancia en Salinas, como de la adolescencia en los prados de La Magdalena, los estudios de Medicina y la mili. "En todas las etapas lo pasé muy bien", indica al hacer un repaso de los años jóvenes y, sobre todo, del tiempo en el colegio, donde no tenía deberes. "Se hacían en las horas de estudio. Cuando los vigilaba Jesús Fernández Cedrón llevaba un palo de metro y medio y nadie protestaba".

Las jornadas educativas eran entonces más largas. "De nueve de la mañana a siete de la tarde; los de Avilés acababan a las ocho. Y para que no anduviéramos por ahí después de clase, mi madre nos matriculó a mi hermano y a mí en la Escuela de Artes y Oficios. Hacía ebanistería de siete a nueve de la noche". Aún se ríe al evocar la adolescencia y el tiempo en el colegio donde había, apunta, "un ambiente muy familiar".

Jesús Barbón López, por su parte, también guarda gratos recuerdos del colegio, que a día de hoy le evoca "sosiego, orden y estabilidad. Estaba feliz y contento", afirma quien se incorporó como estudiante al centro en la actual ubicación en el curso 1978-1979. Barbón fue un estudiante atípico ya que jugaba a balonmano y "entrenaba a las siete de la mañana, antes de ir a clase". Su juventud siempre estuvo ligada al deporte, pero nunca perdió el contacto con el colegio en el que conoció a su mujer y en el que estudiaron sus hijas. "Esos años te marcan y reconozco que hay un sello de alumno del San Fernando", concluye quien volcó sus esfuerzos en la asociación de antiguos alumnos "porque hay que implicarse en la vida civil. Queremos reflejar la realidad. Del colegio han salido miles de alumnos; ha formado y forjado a muchas personas con éxito considerable".