Las consultas de Salud Mental han registrado en los últimos años un aumento de casos de trastornos de desarrollo que están en la órbita del autismo, en los límites de la enfermedad, y son a veces difíciles de diagnosticar. Así lo indicó ayer el psiquiatra Aurelio José Álvarez, miembro del Centro de Salud Mental Infanto-Juvenil, que presentó, junto a su compañera María Eugenia Vigil, psicóloga clínica, el informe "Trastornos del Espectro Autista (TEA)" ante un gran número de pediatras y de otros especialistas relacionados con la infancia. Hay, añadió Álvarez, diferencias por género. "La prevalencia de autismo en niñas es una de cada cuatro casos, y en Asperger, una de cada ocho", indicó.

María Eugenia Vigil hizo incidencia en cómo comunicar a los padres de la sospecha de un trastorno de espectro autista (TEA). "Tenéis delante de vosotros a unos padres que seguramente desearon tener a ese hijo y que creciera feliz, seguro de sí mismo, sano, en el que han depositado ilusiones, expectativas de futuro", advirtió. Por eso, recetó algunas normas básicas: "Información clara y precisa, evitar términos clínicos, señalar aspectos positivos y posibles mejorías". Advirtió, además, de que los padres necesitarán tiempo y apoyo emocional, y sus respuestas se mueven habitualmente entre la negación y el enojo, el alivio y la culpabilización.

Según contó Aurelio José Álvarez, el grupo de trastornos del espectro autista es un mundo muy amplio, que incluye alteraciones cualitativas de las diferentes formas de comunicación, alteraciones significativas en las relaciones sociales y pautas de comportamiento estereotipadas, con intereses reducidos. En definitiva, quieren hacer siempre lo mismo y en el mismo orden, para tener puntos de apoyo. Para el diagnóstico de la TEA se tienen en cuenta estos tres grupos de síntomas, que pueden expresarse de forma muy heterogénea en cuanto a las manifestaciones. La enfermedad es crónica, pero siempre hay posibilidad de mejoría, sobre todo con detección precoz. Las causas no son claras, "pero hay una base genética, combinada con los factores ambientales". Y es que, como la mayoría de los trastornos mentales graves, la herencia tiene un papel fundamental.