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A dos pasos | Villalegre (II)

De la "dolce vita" a la decadencia urbana

Un puñado de casonas indianas se mantiene en pie en Villalegre gracias principalmente al esfuerzo de los herederos de aquellos cubanos que retornaron a Avilés con fortuna

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Recorrido por Villalegre

Myriam MANCISIDOR

Maribona es un apellido casado con Villalegre que llevaban hidalgos que no por su condición vivían libres de trabajar. Así describe José García Rodríguez-Maribona a sus antepasados villalegrinos. Este guía profesional acreditado del Principado de Asturias, uno de los 240 especializados de la región, es biznieto de José Maribona, que hoy da nombre a una calle que va del Carmen a Santa Apolonia. El bisabuelo de Rodríguez-Maribona fue un indiano que regresó de Cuba con fortuna y sobresalió en un Villalegre por aquel entonces plantado de fincas del Alto del Vidriero hasta la "carretera nueva".

Pero la historia de Maribona no nace en Cuba sino mucho antes, en una casa mariñana conocida como la de Pacho Antón y en estado ruinoso existente en la calle Ave María de Villalegre. "Esta finca da de comer a la familia de Bernardo. El mayor se queda con la vivienda y el resto de hijos deben buscarse la vida. En éstas llega el sueño americano. José Maribona, concretamente, viaja a Cuba y regresa de la isla con fondos suficientes para abrir un banco con sedes en La Habana y en Avilés. Es sencillo: viene con dinero e invierte. Pero antes de irse a Cuba ya sabía qué era negociar", apunta el biznieto del banquero.

De Maribona también fue La Curtidora, ahora convertida en vivero de empresas, y la azucarera. Lo que en su día había sido la mayor chimenea de esta fábrica parece hoy un obelisco conmemorativo. En lo más alto de su estructura permanece impasible una fecha cuanto menos ilustrativa: 1898, el año del Desastre. La pérdida de las colonias, y especialmente de Cuba, provocó una profunda crisis identitaria, social, política y cultural en España, no menos importante en Villalegre, donde algunos proyectos de indianos perdieron fuelle. La historia de los Maribona continúa no obstante. Distintas ramas de este apellido se casan entre sí -"las romerías no daban para más por aquel entonces", apunta con humor Rodríguez-Maribona- dando lugar a nuevos linajes: los Culera, los Cartuxos, los Llanera, los Valdés?

Y estas familias construyen o compran casonas con palmera -símbolo por excelencia de la opulencia indiana- que hacen de Villalegre el lugar de vacaciones preferido por aquellos ricos de finales del siglo XIX y principios del XX, los mismos que también se tambalean con el "crack del 29". Es el caso de la familia de José García Rodríguez-Maribona, que decide buscar nuevas oportunidades en Madrid. Aún así, todos regresan a sus orígenes, a "Villa Julita". "Mis padres regresan a Villalegre y aquí crían a seis hermanos, uno de ellos yo", dice el guía profesional, que apunta: "Los Maribona fueron y somos productores que siempre necesitamos trabajar. Y hay que tener otra cosa clara: no todos los Maribona fueron a Cuba y regresaron con dinero".

Los hermanos García Rodríguez-Maribona son ahora los dueños de "Villa Julita", un palacete familiar cuyo cierre lo rematan ladrillos de San Claudio. Desde la torre se divisaba otrora la curva de Pachico -"esto era muy importante para los negocios", explica el guía- y en el interior se puede observar el escudo de los Maribona, del siglo XIII, entre muebles curvilíneos que ahora podrían definirse como "vintage". Las dificultades con las que se encuentran los Rodríguez-Maribona son comunes entre la mayoría de propietarios de casonas indianas: "No recibimos ninguna ayuda para mantener las casas, más bien todo tipo de trabas. Recientemente quisimos pintar la fachada y no nos permitieron ni elegir el color", dicen. Muchas casonas de Villalegre fueron derruidas, otras agonizan y las que están en pie se mantienen gracias a nuevos propietarios o al esfuerzo ingente de los herederos de aquellos cubanos que retornaron a Avilés con fortuna.

¿El futuro? "Es complicado. Mantener una casa así es costoso. Para salvarlas solo veo posible que se impulse una especie de fundación entre los propietarios o que alguien defienda este patrimonio", manifiesta José García Rodríguez-Maribona, que ofrece sus servicios como guía para mostrar la riqueza de este rincón de Villalegre que estuvo conectado a Avilés a través de un tranvía eléctrico. Y es que Villalegre era mucho Villalegre. En el barrio había casino -aún mantiene las puertas abiertas, aunque cada vez el número de socios es más reducido-, iglesia con pinturas murales del avilesino Espolita y también casas para los trabajadores de aquella azucarera de corta vida que todavía se pueden ver en la calle José Maribona como último vestigio de la arquitectura vinculada a la expansión fabril en un Avilés que tenía una villa alegre en la que ahora quedan los ecos de aquella grandeza.

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