Fernando Leira Almagro sufría una enfermedad "huérfana". Así le gustaba llamar a la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), una patología neurodegenerativa que le diagnosticaron allá por 2013 y que precipitó su muerte. Murió el miércoles, a los 46 años. Él sabía mejor que nadie la gravedad de su dolencia, pero también estaba seguro de que podía ser feliz. Y lo consiguió. Para los suyos dejó el mejor testamento posible, el lema que le acompañó hasta el final: "La vida con una sonrisa". Él era así, un hombre acostumbrado a sufrir sobre el asfalto como corredor de maratones, que hizo suyo el 32, el número que él mismo llevó en una carrera entre Oviedo y Gijón. A partir de entonces ese dorsal sirvió para potenciar una campaña de divulgación y concienciación sobre la ELA. Él, que ya no podía correr, ponía su corazón en cada carrera; sus colegas, las piernas.

Ayer, decenas de personas del mundo deportivo y social despidieron en Avilés a Fernando Leira. En las redes sociales se podían contar por cientos los mensajes de pesar por la muerte de este gijonés vecino de Valgranda que, ahora, no tenía prisa por cruzar la línea de meta. Desde la Asociación Atlética Avilesina lanzaron mensajes de ánimo para su familia, y lo mismo hicieron otras entidades deportivas asturianas, que compartieron con este hombre algún momento de su vida, como es el caso del Femiastur o el Avilés Stadium. "Su faceta de deportista le ayudó a concebir la lucha contra su enfermedad como la preparación de la maratón más importante de su vida", escribían estos últimos. Otra deportista que se despidió en las últimas horas de Leira Almagro fue su amiga Alba García, atleta avilesina con la que compartió muchos momentos a zancadas, buenos y malos.

"Dicen que solo desaparecen aquellos que olvidamos, y no dudes que tú siempre estarás en nuestro corazón", dijo García, que ya lleva el dorsal 32 en su corazón. Fernando Leira Almagro cosechó muchos y buenos amigos. "Era una persona muy activa y creo que su lucha titánica contra la ELA va a quedar ahí para siempre, al igual que su dorsal 32. Estoy segura que muchos deportistas seguirán llevándolo pase el tiempo que pase", manifestó la presidenta de la Asociación Asturiana de Esclerosis Lateral Amiotrófica, María José Álvarez.

Leira Almagro también dejó su huella en colegios y centros culturales por los que pasó dando a conocer qué es la maldita ELA. En Avilés, por ejemplo, los vecinos de La Luz organizaron durante dos años (2015 y 2016) carreras solidarias contra esta patología y contaron con este maratoniano en la organización. "Él, al igual que su familia, era una persona entrañable", señaló ayer Carmen Martínez, de la asociación vecinal. Leira Almagro era incansable y luchador.

El atleta gijonés vivía desde hacía años en Avilés, en Valgranda. Trabajó como conserje en la Universidad de Oviedo hasta que le fue diagnosticada la enfermedad, corría maratones y compartía su vida con su pareja, Mayte Sánchez, su apoyo incondicional. Ella le impulsaba a luchar. Él mismo decía en estas páginas a los cinco meses de ser diagnosticado: "Sin ella sería muy difícil convivir con la enfermedad". Leira hizo de su Twitter su cuaderno de bitácora. Ahora se han quedado huérfanos más de 4.500 seguidores. El cadáver fue incinerado ayer a la una de la tarde. En su esquela estaba el resumen de su historia: "La vida con una sonrisa".