Julián Mora Campa tiene dos carreras universitarias. Es licenciado en Empresariales y también en Marketing. Pero vive gracias al oficio que heredó de su tío abuelo: el de artesano carpintero. Este joven que aprendió a trabajar la madera desde cero despunta ahora en San Cristóbal, donde vive y donde piensa seguir con la profesión que le da de comer, un trabajo creativo que tiene tanto de artesanía como de reciclaje y diseño.

"Vivo en casa de mis abuelos. Aquí mi tío abuelo tenía un tallerín. Cuando me quedé sin trabajo dedicaba todos los días una hora a enviar currículos pero tenía 23 horas más al día sin ocupación, así que decidí aprender el oficio de carpintero, del que por cierto no tenía ni idea", explica. Así surgió "Okappi": "Es un proyecto nacido de las ganas de convertir materiales desechados con un fuerte potencial recuperable y piezas en desuso en productos con un diseño único. El pilar principal que sostiene nuestra marca es la economía sostenible. Es por ello que realizamos todos nuestros procesos de forma totalmente artesanal y producimos mobiliario de diseño propio a partir de materias primas recicladas", apunta.

Cuando Mora Campa abrió las puertas de su negocio en San Cristóbal la nave en la que trabajaba tenía el suelo de tierra. Poco a poco las instalaciones van progresando, como su trabajo. "Tuve suerte con el 'boom' de los palés", dice este joven al que no le importa mancharse las manos cuando busca objetos de madera a los que puede dar una nueva vida. "Antes lo hacía yo todo, pero ahora tengo empresas que me llaman y me ofrecen productos viejos", relata.

A través de una página web expone sus trabajos. "No gano una burrada pero no pienso dejarlo", precisa. El trabajo más "raro" que realizó hasta el momento fue una mesa para colocar los cigarrillos para la boda de unos holandeses. Julián Mora Campa cuenta con el respaldo de un amigo arquitecto también autónomo, Daniel Muñiz, que le hace los bocetos de los trabajos a los que luego él da forma con la madera. "Al principio, este trabajo salió adelante por el sistema de ensayo y error. ¡Nunca se me dieron bien las manualidades y ahora estoy aquí!", exclama con humor. Sin embargo sus obras gustan. Y se venden a buen precio: una mesa de escritorio, por ejemplo, ronda los ochocientos euros. "No todo son ganancias", aclara, pero Julián Mora, no obstante, está contento: trabaja acompañado por su gato "E.T." y tiene en una cuadra aneja a su taller con ovejas, cabras, conejos... Este artesano es feliz en la coqueta parroquia avilesina de sus antepasados, donde encontró una puerta abierta después de que le cerraran otras.