La flota de bajura asturiana confía en poder seguir capturando xarda hasta mañana. Ahora, está pendiente de la resolución de la Secretaría General de Pesca que establezca cuánta cuota han consumido y si hay que cerrar o no la pesquería. Y es que, durante los días que han salido a faenar, los resultados han sido positivos y la mayoría de las lanchas llega a los puertos locales con el cupo diario completo: 500 kilos por tripulante. "La gente está pescando bien", asegura Dimas García, presidente de la Federación regional de cofradías. Lo que no es tan bueno es el precio que se está pagando por la caballa en las rulas, una media de 0,72 euros, veinte céntimos más bajo que cuando se inició la temporada. "Peor va a ser cuando cierre", lamenta. Por el momento, el Estado ya ha cerrado la pesquería para la flota de Pontevedra (Galicia).
En esta costera están participando unas 150 embarcaciones de bajura y artes menores. Hasta hoy, llevan nueve días de campaña, los mismos que duró el año pasado. La confianza de que la costera se alargue unos días más llega por el aumento del cupo disponible para este año en 583.000 kilos. El primer incremento se anunció hace tres semanas, cuando el Estado devolvió a Asturias los 462.955 kilos que le había quitado en 2015 por la sobrepesca del anterior ejercicio y que el Gobierno autonómico recurrió -y ganó- ante la Audiencia Provincial. La segunda, un día antes de iniciarse la costera, con otros 120.000 kilos de xarda extra.
La rula de Avilés también está en plena vorágine por la xarda. Desde que comenzó la temporada, se han vendido 2,14 millones de kilos de esa especie, una cifra "normal" para la época. La lonja avilesina, no obstante, ha notado un descenso de esas descargas debido a la decisión de la flota de bajura de desembarcar sus capturas en sus puertos base. Así, pasó de concentrar prácticamente la venta de la xarda en Asturias a recibir, como estos últimos años, a apenas unas decenas de pequeñas lanchas. El grueso de las ventas de la rula de Avilés llega de los barcos de arrastre portugueses y gallegos -con cupo individualizado, como los barcos de cerco- que deciden que Avilés es el puerto idóneo para subastar su cargamento.
