Ciento y pico candiles repartieron entre los miembros de la cofradía del Santísimo Cristo de Rivero y San Pedro Apóstol con el fin de alumbrar la fría tarde que cubrió Avilés en la jornada en que se honró las tres negativas de San Pedro "antes de que cante el gallo". Pero también su perdón. "Lloró amargamente y hubo de sufrir un examen de amor al Señor", destacó José María Cantera, el párroco de Laviana, en Gozón. A él le correspondió pronunciar el sermón del Martes Santo que escucharon cientos de fieles agolpados al pie de la casa rectoral de San Nicolás, en la plaza de Domingo Álvarez Acebal.

Cantera acompañó a Alfonso López Menéndez, el párroco de San Nicolás, y a Juan Antonio Blanco, el diácono de Avilés. Los tres presidieron la procesión del estreno de la Cruz que había pintado Samuel Armas, uno de los más prometedores artistas de la comarca. Esa cruz fue objeto de admiración por parte de los fieles que siguieron cada paso. "Es nueva, ¿no?", se escuchó cuando la procesión dejaba la plaza de España en dirección a la calle de la Ferrería. Una hora después, alcanzó Álvarez Acebal y en la plaza fue donde Cantera recordó el triste episodio de la vida de San Pedro cuando, por miedo a morir a manos de los romanos, negó ser cristiano. El Señor le perdonó y las horas últimas de San Pedro quedaron boca abajo: el discípulo no creía que era digno de morir como su maestro. El cura de Laviana animó a los cofrades a "trabajar en paz y por la paz" y, a la vez, a "no olvidar a los más pobres". El pregonero resaltó ante los fieles que le escuchaban aquello que había dicho el Cristo: "Id y haced que todos los pueblos sean mis discípulos". Después, dejó el balcón, se apagaron los focos y los tambores volvieron a sonar. Entonces los ciento y pico candiles empezaron a alumbrar el camino de vuelta a una de las capillas más tradicionales de la villa. La cofradía del Cristo de Rivero fue formada en 1955 y, desde entonces, no ha dejado de salir cada Martes Santo, iluminando el casco histórico.