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Concejo De Bildeo | Crónicas Del Municipio Imposible

Viaje al otro mundo

La historia de Alfredón y su relación con el pueblo y "La" Argentina

Viaje al otro mundo

De nuestro corresponsal, Falcatrúas

Alfredón, un bildeano desaparecido hace muchos años, pasó parte de su vida en este mundo, es decir, en este pueblo, y la otra parte en el otro mundo, es decir, en La Argentina, con "La" por delante, como se decía antes, con esa nota musical previa al nombre plateado. Esa diferenciación entre "este mundo" y "otro mundo", viene de una confusión entre Geografía y Religión; "este mundo" alude el que nos toca vivir, no necesita explicaciones; cuando la gente se refiere al "otro mundo" piensa en lo que la Iglesia y los curas predicaron siempre, en la otra vida, en el más allá; para Alfredón todo aquello era una suposición o una superstición; él sostenía que América, La Argentina concretamente, era ese otro mundo, el de otra vida diferente y mejor.

Su madre pasó mucho para sacar adelante ella sola al chiquillo; un día, recibió carta de un hermano desde La Argentina, reclamándola; dejó al chaval con los abuelos y marchó para Buenos Aires en busca de fortuna, es un decir, la inmensa mayoría de los "gallegos" luchaban por tener un trabajo y sobrevivir. No pudo llevar a su hijo, que andaba por la veintena y el servicio militar pendiente, pero escribía con regularidad y a veces enviaba algo de dinero. Los años fueron pasando, ella no volvía, su hijo matrimonió y el posible reencuentro se fue desvaneciendo.

Alfredón era grande ya desde pequeño y se hizo adulto con un gran corpachón sin alma dentro, la tenía en Buenos Aires; hacía las cosas sin poner interés, creció mucho porque estaba en su naturaleza, se casó sin querer, nacieron dos chiquillas a las que no prodigó mucho cariño, las más de las veces no se acordaba de cómo se llamaban o les cambiaba los nombres, atendía la casería más o menos y no se sentía feliz ni desgraciado porque no se paraba a pensar en esas cosas sentimentales que se cuentan las mujeres unas a otras llorando de vez en cuando, un proceso que las hace recuperar el ánimo.

Pasó muchos años frustrado por no poder marchar a Buenos Aires con su madre, a la que llevaba treinta años sin ver, aunque le escribía varias veces al año, relatándole los nacimientos y las defunciones, que se había casado y tenía dos hijas, pero cuando le mandaba fotos de ellas tres, que por lo visto no eran muy agraciadas, enviaba fotos de una vecina y de dos chiquillas del pueblo, que eran más guapas.

Cuando se decidió a ir a Buenos Aires, casi actuó como aquél que salió a por tabaco y no volvió más; no se preocupó de cómo se las iban a arreglar su mujer y sus dos hijas para sacar la casería adelante, ni puso fecha de regreso, simplemente dijo que iba a ver a su madre, que ya era tiempo.

Llegó a casa de unos parientes que tenía en Avilés con un gallo vivo de cinco kilos en una mano y una maleta de madera sujeta con una correa en la otra. El gallo lo preparó Maruja, su anfitriona, con la ayuda inestimable de Ricardo, un ciego vendedor de cupón, que mató y deshuesó el bicho, lo rellenó de chorizos y lo cosió con una lezna de zapatero; el mazacote de carne estuvo cociendo muchas horas y le sirvió para comer durante media travesía ahorrando la comida del barco. Pasó unos días en Avilés antes de coger el barco en Gijón y como quería que su madre lo encontrase joven, aunque tenía cincuenta años y el pelo gris, pidió consejo a su anfitriona, Maruja, que lo orientó hacia una peluquería, donde le facilitaron un tinte para el pelo, recomendándole que se lo echara en el barco un día antes de desembarcar en Buenos Aires.

Así lo hizo, pero se olvidó de teñirse también la barba y las cejas, tan cargadas de años como el resto de su cuerpo. No consta cómo fue el encuentro de madre e hijo, qué explicaciones le dio a su progenitora, si se las dio, acerca de su mujer y de las chiquillas.

Alfredón se quedó a vivir en Buenos Aires, años después murió su madre y cuando regresó para España ya no fue para Bildeo, se quedó en Madrid. Una de las hijas había ido a la capital en busca de una vida mejor que la del pueblo; trabajando mucho se abrió camino y cuando pudo llamó a su hermana, que era algo simple, pero encontró su trabajo ideal cuidando a una persona enferma; más tarde llevaron con ellas a su madre, que había quedado sola en la aldea. Tuvo suerte Alfredón, pues ellas se portaron mejor que él y lo cuidaron en sus últimos años.

Seguiremos informando.

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