José María Esteban Corral nació en Madrid. Y en la capital conserva a parte de su familia y amigos. Allí estudió la carrera de Económicas y, después, decidió entrar en el Cuerpo Nacional de Policía. En 1985, juró el cargo y fue destinado a San Sebastián. Ahora, 32 años después de vestirse el uniforme por primera vez, se ha convertido es el máximo responsable de la Comisaría de Avilés, tras serlo en Pamplona e Irún (Guipúzcoa). Sustituye en el cargo a Agapito Pérez, jubilado.

- ¿Qué lleva a un chaval universitario a hacerse policía?

-La verdad es que siempre me gustó el trabajo de policía. No tenía antecedentes familiares de ningún tipo, es decir, no tenía a parientes dedicados a esto, pero era una salida que me gustaba. En el antiguo Cuerpo Superior de Policía salí de inspector directamente destinado a San Sebastián, donde estuve 17 años.

- Conoció la capital guipuzcoana en los años 80, con la heroína haciendo de las suyas entre los jóvenes y ETA en pleno apogeo terrorista.

-Aquello era un territorio comanche, es cierto. Pero uno no se daba cuenta de lo que estaba viviendo hasta que lo analizaba desde lejos. Allí no se podía vivir con miedo, porque sino te tenías que ir; lo que se hacía era buscar mecanismos de defensa para darle naturalidad a las cosas. Era solo cuando salías del País Vasco cuando eras consciente de que, por aquel entonces, en aquellos años ochenta, había un problema excepcionalmente grave.

- ¿Temió por su vida?

-De allí me tuve que ir. Mi idea era quedarme en el País Vasco toda la vida, pero me tuve que ir. Pero de esto prefiero no hablar más.

- ¿Perdió a amigos o conocidos en atentados terroristas?

-Amigos, sí, a algunos del Cuerpo y a otros que no eran policías. Pero eso es pasado y prefiero no removerlo. Además, he vuelto hace poco tiempo al País Vasco y me ha encantado el cambio. La gente habla de las cosas y hay una tranquilidad excepcional. La juventud ha hecho "borrón".

- ¿Ya se puede decir por las calles de San Sebastián que uno es Policía Nacional?

-Todavía, según tú profesión, la sociedad te puede apartar un poquito. Pero cada vez es más frecuente que te visiten o te inviten a comer en una sociedad (una especie de merenderos que tienen las cuadrillas de amigos). A día de hoy, ser policía ya no es ser tan bicho raro como hace unos años.

- De San Sebastián, su destino fue...

-Oviedo, a donde llegué en el año 2002. Cuando tuve que marchar de San Sebastián elegí Asturias por parecido, por los paisajes... Yo no soy asturiano, pero sí del Norte. A Oviedo vinimos mi mujer y mi hijo y aquí estuvimos hasta el año 2013. Entonces ella se quedó y yo me fui. Y yo me he vuelto por ella porque si no tal vez me habría quedado en el País Vasco, donde pasé los últimos años antes de venir a Avilés, donde, por cierto, estoy encantado.

- ¿Conocía Avilés?

-Muy poco, de comer o tomar un vino. Ahora ya he dado muchos paseos y me encanta. Ya tengo a Avilés, con San Sebastián, entre mis lugares predilectos.

- En la Comisaría se encontró con varios frentes abiertos. Muchos agentes eran críticos con el rumbo laboral.

-Me encontré con una plantilla con problemas, que había tenido discrepancias con la anterior jefatura. Cuando empiezan las discrepancias siguen los enconamientos; y cuando no se pone solución, el conflicto se arraiga. Yo lo que le he dicho a los compañeros es que soy el punto de partida. Mi objetivo es tranquilizar a la plantilla y que se vuelva a la normalidad. Creo que el problema laboral que hubo aquí no fue más grave que los que ocurre en otras empresas, pero lo inaudito en este caso es que transcendió a la opinión pública a través de los medios de comunicación.

- ¿Los problemas internos o domésticos perjudicaron al ciudadano?

-No, en absoluto. Todos somos conscientes de que lo último que puede pasar es que salga perjudicada la seguridad del ciudadano. La profesionalidad de los policías no lo permite, de eso estoy muy seguro.

- Los sindicatos de la Policía Nacional llevan años reclamando un refuerzo de la plantilla en Avilés, porque denuncian un número elevado de bajas y jubilaciones sin cubrir.

-Este es un problema de todas las plantillas y de todos los sitios. En educación, sanidad o justicia están igual. Este es el tema de los recortes, que no se ha repuesto personal. El problema es que en las plantillas pequeñas, como es la de Avilés, se sufre más: no es lo mismo tener a 300 personas y que te falten 20 que a 150 y te falten 10; y las cifras que nos afectan son mayores que las que estoy diciendo. Tal vez en esta falta de personal es donde comienzan las fricciones en Avilés entre el personal y la jefatura. Porque cuando hay personal suficiente no suelen existir problemas, porque el trabajo se reparte muy bien, pero cuando hay escasez en cualquier empresa que exige los mismos objetivos empiezan los problemas. Así pues, estoy seguro de que vendrá más gente a Avilés. Y mi objetivo es que la gente venga a trabajar con alegría, no a sufrir.

- ¿Cómo es la relación con la Policía Local?

-Es como tiene que ser, buena. Que nos ayudemos en un trabajo es lo normal, lo noticioso sería lo contrario.

- En su día se habló de la desmantelación de la unidad de estupefacientes. ¿Avilés es desde entonces un oasis para los narcos?

-¡No, no, no...! Se quitó a gente que estaba dedicada en exclusiva a esto. El grupo de estupefacientes pertenece a la Policía Judicial y la brigada asumió toda la competencia de estupefaciente sin que haya nadie dedicado en exclusividad dedicado a esto.

- ¿Cómo definiría Avilés desde el punto de vista de la seguridad?

-Es una ciudad tranquila. Siempre hay hechos, pero la mayoría de los que suceden son leves. La gran cuenta de las infracciones son las leves, lo que antes se llamaban faltas o delitos menos graves. Como mucho y lo más grave es el tirón o que te pongan la navaja; quitando la violencia de género, que la tomamos como muy grave. Pero el resto de delitos en Avilés son leves: una pelea en un bar, una discusión, una luna rota, algún robo en un bar o vivienda cuando nos visitan... De lo que tenemos que estar muy alerta en Avilés y fuera de la ciudad es en el trabajo de los cuidadores de ancianos. Estamos viendo muchos casos de personas habitualmente extranjeras que quitan el dinero o vacían las cuentan a nuestros padres y abuelos.

- En base a su experiencia, ¿cambió el delincuente...?

-Muchísimo. Cuando yo empecé era la época de la heroína, que se llevó a mucha gente. Cualquiera atracaba un banco. Ahora, hay dos robos en un barrio y la prensa habla de oleada de robos... Todo ha disminuido mucho.

- Ahora está internet...

-Se va evolucionando también, pero los delincuentes van por delante porque en la Policía se necesita un tiempo de adaptación y agentes jóvenes. Por ejemplo: yo programaba la tele a mis padres y ahora mi hijo me programa a mí el móvil; es decir, según van entrando policías, se van mejorando. En este sentido, seguimos colaborando con colegios e institutos. A los chavales les hablamos sobre drogas, internet y también sobre violencia, porque es importantísimo tratar este tema desde Educación. Un niño debe ser consciente desde chiquitín que a una mujer no se le puede tocar; si esto no ocurre, vamos por el mal camino.