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Concejo De Bildeo | Crónicas Del Municipio Imposible

Aurora

Semblanza de una vida triste marcada por un amor de juventud y trocada fatalmente a los setenta años, la de una mujer buena que hizo de criada en su familia sin pedir nada

Aurora

De nuestro corresponsal, Falcatrúas.

Si hubiese que representar la bondad hecha persona, esa sería Aurora; fue buena toda su vida, en Bildeo hasta la consideraban algo simple porque resultaba fácil tomarle el pelo, de lo ingenua que era. Gastó su cuerpo trabajando como una mula cada día y setenta años tienen muchas jornadas; en los últimos años perdió vista, sus torpes dedos no acertaban a enhebrar la aguja para coser a la luz de un candil, impedimentos físicos que aumentaban el caudal habitual de reproches en casa, donde vivía con su hermana, cuñado y sobrinos, haciendo de criada para todos, sin cotizar en la Seguridad Social, sin tener una cuenta en el banco, no era nadie.

Tuvo un amor con dieciocho o veinte años, un joven cazador que comenzó a venir al pueblo con asiduidad, buen chaval, familia de perras de la capital, se conocieron en una braña, ella pastoreando las vacas y preparando leña, él con su afición a los corzos, a los jabalíes, incluso a los osos, que por entonces se podían cazar. Aquello duró menos de un año, no fue a más porque él tenía que estudiar, sus padres lo enviaron a Madrid, dándose cuenta del peligro de la pastora. Nació un chiquillo que murió al poco de nacer, no se logró porque bebía más lágrimas que leche y Aurora se hizo sombra.

En su torpeza para coser tenían mucho que ver las manos callosas por empuñar la xada (azada) sallando y arriandando patatas o maíz, partir leña con el hacha, todos los días había que atizar la cocina consumiendo un montón de astillas, y cuando cada quince o veinte días tocaba hacer pan, la cantidad necesaria de ramas y troncos a preparar para arroxar (caldear) el forno era el equivalente a una carga del burro, cuarenta o cincuenta kilos. Cuando dejaba las herramientas era para agarrar la guiada o un palo para ir al monte con el ganado. Con sus manos sarmentosas y torpes hacía cosas difíciles sin darse importancia, con la naturalidad del sabio que va dejando gotas de conocimiento, o del obispo con el hisopo, pero sin liturgia.

Al pie de la carretera general había una concentración de comercios que todos llamaban La Venta, donde se aprovisionaban de productos alimenticios y enredos numerosos pueblos sin carretera. Servían "casi" de todo, pero entre sus productos nunca había pescado ni fruta y a propósito de la fruta y de Aurora, sucedió algo que los dos protagonistas menudos de la historia nunca olvidaron y todavía ahora, pasados cincuenta años, recuerdan con cariño.

Era por Semana Santa, Domingo de Ramos y comuniones en Bildeo; Aurora preparó unos ramos de laurel para Pablo y Mary Carmen, dos chiquillos de Cá Fonso, y los adornó con unas naranjas mandarinas, sujetas entre las hojas con hilo invisible, (tanza en realidad), como si de ramas de naranjo se tratara. ¿De dónde sacó aquella mujer unas mandarinas y cómo se le ocurrió espetarlas en los ramos de laurel? Aquellas naranjas nunca se habían conocido en el pueblo, algunos más viajados las habían visto en Oviedo o en Madrid, "mondarinas", según ellos, porque mondaban bien. Los dos chiquillos fueron la envidia del resto de gente menuda y la atracción del día, todo el mundo quería saber cómo eran aquellas naranjas tan especiales, tocándolas, oliéndolas e interrogando a Aurora acerca de su procedencia.

Aurora, después de haber perdido su hijo y su amor de juventud, se cerró a otras opciones; el resto de su vida hasta los setenta, cuando murió, fue durar para trabajar siempre, a todas horas, sin transición, del fregadero a la cuadra, a las vacas, al monte, a la leña, a terminar madreñas en invierno dentro de casa?

¿Saben ustedes lo que es una vaca "manía"? Es una vaca que no preña y los paisanos creen a ciencia cierta que ese es el motivo de que ande siempre arrefundiada, (enloquecida, desmandada) y reaccione de manera imprevisible, como si fuera incapaz de aguantarse a sí misma; hay que tener cuidado con ella porque puede dar un susto en cualquier momento, como embestir de repente, soltar una patada segadora, las patadas de las vacas suelen ser laterales y describiendo una curva, segando las piernas que encuentre por el camino.

Mariposa, la vaca manía a la que Aurora tenía más cariño, la aplastó un día contra la pared de la cuadra; seguramente la embestida mortal no le dolió tanto como aquellas otras dos que le trajo la vida cincuenta años atrás. Tirada en el suelo al lado del pesebre, se fue quedando dormida como cuando se sentaba en la silla de mimbre de la galería, sola, a oscuras, agotada. Era el momento del día que más le gustaba, cuando soñaba con el cazador y con su pequeñín.

Seguiremos informando.

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