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Olegario González de Cardedal | Teólogo, catedrático de la Pontificia de Salamanca

"Lo de ser buen cura es un milagro que ocurre de vez en cuando"

"A veces la Iglesia ha mantenido distancia y silencio sobre ciertos hechos y ha perdido oportunidades históricas"

Olegario González de Cardedal, ayer, en La Granda Ricardo Solís

El teólogo Olegario González de Cardedal ofreció ayer la última conferencia en La Granda, donde a las 19.30 horas de hoy se clausuran los cursos en un acto en el que Arcelor-Mittal y la Fundación Banco Santander reciben la medalla de oro de la asociación organizadora de los mismos. En el encuentro, Marcelino Oreja, presidente honorario de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, hablará sobre “Europa entre la memoria y la esperanza” y, como colofón, actuará el coro “El León de Oro” . En la siguiente entrevista, el sacerdote abulense, doctor en Teología por la Universidad de Munich y catedrático de la Pontificia de Salamanca hasta su jubilación, habla de los cambios en la Iglesia, las relaciones de ésta con otras instituciones o el papel del cura en las parroquias.

-En referencia a su conferencia, ¿cree que el cristianismo necesita una redefinición o una reforma?

-Es difícil delimitar si se mejora reformando la Iglesia o si se pone en peligro porque se están moviendo elementos intocables como son la iglesia, el ministerio apostólico, la referencia a Jesús de Narazet y los sacramentos (eucaristía y bautismo). El día que se toque eso, habrá otra cosa que no será Iglesia ya que no estarán los elementos que nos garantizan la conexión con la persona histórica de Jesús y con su presencia real, justificadora y santificadora.

-¿Y qué se podría cambiar?

-Habría que verlo en concreto, pero cuestiones como la situación del clero, las instituciones educativas, los movimientos apostólicos, la catequesis... La eucaristía es esencial, pero los símbolos, los ritos o la forma histórica concreta de celebrarla puede tener elementos que integren aspectos culturales de la región o el continente.

-¿El lenguaje requiere ser renovado?

-Hasta el comienzo de la democracia el lenguaje de la Iglesia era moralizante, acusativo, exigente. A partir de la transición y el Concilio Vaticano II se pasó a lo contrario. El sacerdote debe exponer, transmitir el Evangelio con un lenguaje apropiado y directo, que anime, que sea dignificador, que prohíba lo que tiene que prohibir o alerte aquello necesario. Y predicar todos los domingos bien es muy difícil porque como todo profesional, el cura termina acostumbrándose. Lo de ser buen cura es un milagro que de vez en cuando ocurre. Hay que crear una Iglesia que tenga curas pero que no dependa espiritual e interiormente de ellos porque cada cristiano tiene una relación inmediata con Dios, de amor y de responsabilidad.

-Hay voces que demandan aires nuevos para la Iglesia; la del Papa es una de ellas.

-“Hay que ir a las periferias” es una de sus frases; es decir, la Iglesia tiene que preocuparse, no sólo de lo instaurado, de lo políticamente vigente o de lo eclesiásticamente claro. Hay que mirar a esos mundos lejanos a la fe y a la Iglesia por razón de la pobreza, la marginación social o la descentralización económica... La Iglesia tiene años universales, incluso minorías a las que nunca se ha hablado. Este es un ejemplo concreto de hacia dónde pueden ir los cambios.

-¿Esos aires nuevos también pasan por establecer relaciones con distintas instituciones?

-El diálogo con ideologías, políticas y filosofías es muy delicado. A veces, la Iglesia ha mantenido distancia y silencio y ha perdido una oportunidad histórica; en otros casos, se ha embarcado en abismos. Hay que aceptar que las relaciones con las instancias seculares mundanas son necesarias, obligadas y delicadas y hay que aceptar que uno las asume consciente del riesgo de equivocarse. Al hablar de España, nos preguntamos: ¿cómo se ha comportado la Iglesia en el País Vasco y en Cataluña? ¿Ha hecho un favor a la necesaria independencia o ha sido cómplice de los silencios y de los crímenes de estos últimos 30 años? No lo sé.

-¿Tiene que marcarse más la Iglesia?

-Al anterior presidente de la Conferencia Episcopal, Antonio Rouco, le dijeron que ya estaba bien de meterse en política y contra Zapatero y de hablar por la familia. Por el contrario, en los últimos cuatro años se ha dicho: “¿pero que hace Ricardo Blázquez que no dice nada y llevamos años ante grandes problemas? Por otro lado, hay quienes manifiestan: “Menos mal que la Iglesia ha estado tranquila y no se ha metido donde no se le ha llamado. ¿Tiene que meterse a defender derechos humanos y proyectos liberadores o no es de su competencia? Ésa es la cuestión.

-¿Los seglares deben tener una participación activa en la vida de la iglesia?

-La iglesia, en cada parroquia, es la comunidad eclesial, la que lleva todo, desde la economía a la limpieza. El lugar que ocupa el cura es presidir la celebración de los sacramentos; en el resto es uno más de la comunidad, donde hay un consejo pastoral, uno ecuménico y otro de acción social. Él es el que tiene que preparar, motivar y ayudar a esos cristianos; es decir, formar formadores. La idea es crear comunidades con sentido de pertenencia.

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