La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, desde el viernes pasado obliga a los peatones de las calles Preciados y El Carmen a caminar en un único sentido. Dice su concejal de Desarrollo Urbano Sostenible, que se llama José Manuel Calvo, que lo único que hacen desde el Ayuntamiento de la capital es seguir "recomendaciones de seguridad", pero todo esto a la avilesina María Teresa García Álvarez -del barrio del Carbayedo- sólo le produce indignación.

El otro día, dos agentes de la Policía Local madrileña la obligaron a dar una vuelta enorme para ir a su hotel, el Europa, que estaba a cinco minutos de donde fue cogida por una redactora digital del periódico "El Mundo". María Teresa García lleva muletas y comunicó a los agentes sus dolores de espalda. "¿Pero es que no tiene madre?", se preguntó la mujer en el vídeo que no ha dejado de circular por medios de comunicación y redes sociales. María Teresa García Álvarez, sin ella pretenderlo, se ha convertido en emblema de cuantos se oponen a la medida de regular el tráfico de peatones en el centro más céntrico de Madrid.

Pero es que se da la circunstancia de que esto de regular el tránsito de los peatones no es cosa nueva. En Gijón se recuerda que hace más de medio siglo, en pleno apogeo del franquismo, se intentó una medida similar, sin demasiado éxito. Y es que en septiembre de 1959, el entonces alcalde de Gijón, Cecilio Olivier Sobera, publicó un edicto municipal en el que se ordenaba a los gijoneses transitar por la acera de la derecha. La iniciativa comenzaba en la calle de Fernández Vallín y seguía en Los Moros en su cruce con la calle Jovellanos. De manera que si un ciudadano quería encaminar sus pasos desde la plaza del Seis de Agosto hasta el paseo de Begoña, obligatoriamente tenía que caminar por la acera en la que se encuentra el hotel Hernán Cortés. Y al contrario para bajar desde Begoña hasta la plazuela que sirve de peana a la estatua de Jovellanos: sólo por la acera de Correos; siempre por la derecha. No triunfó la propuesta.