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La Magdalena educa desde la cuna

El cambio de pañales, el aseo, la comida o la lectura de un cuento forman parte del proceso formativo del niño en la escuela infantil municipal

Vera Caballero Lobato escribe en la pizarra junto a la profesora Almudena Álvarez Rodríguez y la niña Lara Colazos Blanco. A la izquierda, Adriana Zaratiegui Calvo, agachada, en el patio de la escuela de La Magdalena. R. SOLÍS

Los 41 pequeños que acuden a la escuela de educación infantil La Magdalena se convierten al cruzar la puerta del edificio situado en el corazón del parque avilesino en ardillas, pollitos o jirafas. Agrupados en tres unidades según la edad (entre 0 y 3 años), el centro ha elegido el nombre de estos simpáticos animales para identificar los niveles y a los niños que ocupan los espacios en los que se educa desde los primeros meses de vida. Como recalca Raquel García Fernández, "aquí, todo es educativo, desde el cambio del pañal o el aseo hasta el juego, la lectura de un cuento, la comida o el momento de la siesta".

En este proceso, las seis educadoras (todas mujeres) acompañan y vigilan el ritmo de cada niño. "Nosotras estimulamos sin acelerar el aprendizaje", añade la directora del centro, que trabaja por proyectos, de modo que cada trimestre elige un cuento y las actividades que surgen giran en torno al contenido de la lectura.

La actividad en la escuela infantil comienza a las 9.30 horas y finaliza ocho horas más tarde (hay niños que acuden sólo media jornada), tras una intensa programación que incluye una asamblea de recibimiento en el aula, de buenos días, un tentempié a base de fruta con palito o galleta, juegos dentro y fuera del patio, comida, aseo, siesta y la lectura de cuentos, que embelesan a los pequeños escuchantes porque el silencio es absoluto y el nivel de concentración muy alto. "Los cuentos son mágicos. Al igual que las canciones, siempre quieren los mismos; aunque los sepan de memoria, piden repetir, les da seguridad", apunta Yolanda Sastre López, a punto de iniciar la lectura de "A la cama, mostruo" como preparación para la siesta.

La comida es uno de los momentos de mayor ajetreo en las dependencias educativas. Previo lavado de manos, los niños acuden al comedor donde el personal de cocina tiene listos los dos platos y el postre que integran el menú infantil diseñado por una nutricionista y que se elabora en el propio centro. El llanto de uno, la negativa a comer de otro y los mocos de muchos son algunas de las situaciones cotidianas en esta y otras horas del día que las educadoras atienden y resuelven con firmeza y grandes muestras de cariño. Es mediodía y el cansancio y el sueño vence a los pequeños, que a veces llevan la cuchara a la boca coincidiendo con un bostezo. Los ojos, brillantes y a medio cerrar, también piden descanso. Aún así, la mayoría concluye con éxito la comida. Los hay, como Adrián García, que repiten puré. "Come de maravilla", observan las educadoras.

Para llevar un control de las incidencias de cada niño y dar cuenta de las mismas a las familias, las profesionales anotan en una agenda las alteraciones de cada día, cuestiones como si no comen, tienen diarrea, están estreñidos, vomitan, tienen catarro... Y si están enfermos, llamamos por teléfono a los padres. "Siempre hay alguno malo y los contagios son constantes. Tenemos muchos casos de la enfermedad llamada manos, pies y boca, producida por virus y muy común en bebés y niños pequeños", comenta Raquel García Fernández.

Por contra, añade, otras enfermedades infantiles no causan tanta mella entre los alumnos de la escuela, que todos los años recibe varios educadores en prácticas. Proceden de institutos de Avilés, Gijón y Oviedo. Cristina Fernández Gómez, que cursa el módulo de Educación Infantil en el instituto Alfonso II de Oviedo, es una de ellas. "Llegué el 2 de octubre y estoy muy a gusto; me encanta estar con los niños", manifiesta, sentada en el suelo de la biblioteca, con un pequeño sobre sus piernas, rodeada de otros y a punto de escuchar un cuento que lee una compañera.

Los alumnos del mismo módulo de Formación Profesional del instituto Carreño Miranda son, por su parte, asiduos de la escuela de La Magdalena. "Una vez al año vienen de observadores como primer contacto con los niños y hacen actividades de juegos simbólicos como parte de un trabajo de clase; también nos visitan con teatro en el amagüestu", concluye la directora de La Magdalena, la más pequeña de las tres escuelas infantiles municipales de Avilés.

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