La calle de La Toba, en La Espina (Llaranes), tiene corte de ser una de las vías más peculiares de la ciudad. Al entrar en ella, no parece que haya nada de otro mundo. Una carnicería, un quiosco, una cafetería de barrio... Lo normal. Sin embargo, al andar los primeros pasos, salta a la vista una curiosidad: en apenas pocos metros conviven una peluquería masculina, una femenina, otra unisex y un salón de belleza. Podría parecer que entre ellos existe un pique por conseguir más clientes en el vecindario, pero nada más lejos de la realidad: "Nos llevamos muy bien".

Geli Palomino regenta la peluquería para señoras: "Muchas veces me han venido hombres para que les corte el pelo, pero siempre les digo lo mismo: Vete donde Carlos". "Donde Carlos" no es muy lejos. En realidad, para Carlos Ramos, Geli bien podría ser la chica de la habitación de al lado que cantaba Fran Perea porque sus negocios están puerta con puerta. "La verdad es que nos llevamos perfectamente, no nos hacemos la puñeta unos a otros", explica el dueño de la peluquería de caballeros.

Cruzando la calle, Lucía Girona es la dueña de otro local que corta el pelo. Al contrario que sus compañeros, su peluquería es unisex y también un salón de belleza. Lleva siete años en la zona, lo que le deja en tercer puesto en antigüedad respecto a sus camaradas. Muy a la zaga está Geli Palomino, que llegó hace diez a Avilés, después de trabajar en Madrid. El más veterano es por tanto Carlos Ramos, que coge el coche todos los días desde el año 2004 desde Gijón para adecentar melenas a la gente del barrio de Llaranes. Cerca de ellos está María Olvido García, que controla un salón de belleza en la acera de enfrente desde hace cuatro años. "Lo mío son sobre todo los pies y las manos", explica, mientras agarra una gran lima.

Tras tantos años en la zona, las anécdotas comunes abundan. Por ejemplo, las tres peluquerías han tenido clientes interesados en comprarles el pelo que sobra. "A mí me vino un tipo que necesitaba pelo para hacer muñecas de porcelana", cuenta Carlos Ramos. A Geli Palomino se lo intentaron coger para fabricar pelucas y a Olvido García una chica se lo pidió para hacerse unas rastas. Hasta en eso coinciden los tres peluqueros de la Calle La Toba. Un sitio para no tirarse de los pelos.