Un fenómeno social que trasciende incluso fuera de Asturias, una movilización popular de apoyo sin precedentes envuelta en cariño es la que se está viviendo estas últimas horas en la comarca en torno a la figura del barquillero Guillermo Pelayo, que lleva medio siglo vendiendo las dulces obleas a varias generaciones de niños. Toda una institución puesta en entredicho por un hostelero del parque de Los Patos de Salinas que le conminó a alejarse de su establecimiento para evitar que "molestase" a los clientes.

Guillermo Pelayo Barquín es la cuarta generación de una estirpe de artesanos pasiegos que lleva más de cien años consagrada a la elaboración de barquillos y que llegó el siglo pasado a Avilés. Ayer, Guillermo Pelayo no daba crédito a lo que está pasando tras el primer traspiés que tuvo en su vida profesional y del que se hizo eco el lunes LA NUEVA ESPAÑA.

"Llevo casi 50 años vendiendo barquillos en la calle -tengo 57-; mi padre ejerció la profesión otros tantos años y nunca nos pasó un problema tan desagradable como este". Guillermo Pelayo se refiere a la "vergüenza y humillación" que sufrió el domingo cuando estaba con su bombo rojo vendiendo barquillos en el paseo de Salinas. "La primera señal de alerta ya la tuve el domingo día 18, cuando estaba en el paseo de Salinas; una empleada de un local de hostelería con una conocida terraza me llamó la atención porque estaba vendiendo barquillos. Lo peor, de todos modos, fue ayer (por el domingo) cuando se presentó una pareja de la Policía Local a pedirme los papeles y permisos porque habían recibido una llamada telefónica denunciando mi actividad", explicó. "Fue muy indignante la vergüenza y la humillación que viví, pasé un mal rato porque es una actividad que llevo haciendo toda la vida y nunca me había pasado esto, ni a mi padre tampoco", insistió.

"Recibimos un aviso el domingo en relación a una actividad de venta ambulante y unos agentes se personaron para ver lo que estaba pasando. El barquillero estaba vendiendo en el paseo, una zona pública", señaló el jefe de la Policía Local de Castrillón, Demetrio López. "Ahora estamos haciendo un informe para saber si Pelayo tiene licencia de venta ambulante para vender barquillos todo el año en Salinas o sólo en verano. Su ubicación no es ningún problema porque no estaba en propiedad privada", añadió.

"La Policía Local recibió una llamada y acudió a conocer el problema. Estoy esperando el informe sobre la situación del barquillero, que parece que no tenía autorización para vender barquillos fuera de la temporada de verano. Se está solucionando el problema para regularizar la situación", manifestó ayer la alcaldesa de Castrillón, Yasmina Triguero.

"Los trámites los tenía hechos, fue un error de fechas", indicó el barquillero. "Estoy agradecidísimo a la gente por el apoyo moral que me hace llegar y también al Ayuntamiento de Castrillón por el trato dispensado", manifestó Guillermo Pelayo, que se afanaba ayer en su local del número 60 de la calle Rivero en elaborar una nueva remesa de barquillos.

La solidaridad no cesa y a través de las redes sociales algunos usuarios han lanzado la idea de convocar una concentración delante de la conocida terraza de Salinas en apoyo del barquillero. Sería, cómo no, comiendo barquillos.