Cuatro millones de españoles sufren enfermedad crónica renal (ERC) y se espera que esta cifra se duplique en la próxima década. Es una condición que, además, se suele diagnosticar de forma tardía, debido a que durante las primeras etapas el enfermo no presenta ningún síntoma notable. Por ello, el médico José María Baltar, jefe de Nefrología en el Hospital San Agustín de Avilés, tildó ayer estas enfermedades renales como "una epidemia silenciosa". El experto protagonizó ayer el Club de LA NUEVA ESPAÑA de Avilés en la Casa de Cultura y, pese a los malos datos, dio algunas pautas para evitar dentro de lo posible la cada vez más frecuente dolencia.

Existen ciertos factores de riesgo, según Baltar, que aumentan las posibilidades de que un enfermo llegue a necesitar de un tratamiento sustitutivo renal (TSR) ante el deterioro irreversible de su órgano. "Es más probable que esto suceda cuando el paciente tiene una edad avanzada. Es una enfermedad más habitual en varones y en las etnias negras y asiáticas. También en cualquier persona que haya pesado poco al nacer", apuntó.

Ante estos condicionantes, el paciente no puede hacer nada, pero Baltar listó también aquellos problemas de salud que cada enfermo sí puede -y debe- vigilar cada día. "La obesidad aumenta un montón las posibilidades de tener problemas de riñón. También la hipertensión y la diabetes. Por eso yo a mis pacientes siempre les incido mucho en vigilar bien sus hábitos de vida. Si no fumas ni bebes, haces ejercicio y comes sano, primero, vas a tener menos problemas en general de salud y, segundo, si tienes algún problema menor en el riñón que desconoces puedes evitar que se convierta en un verdadero problema", aseguró. Otro detonante, este menos conocido, son los antiinflamatorios. "Esto a mí me preocupa bastante porque en países como Estados Unidos se venden estos fármacos a pie de mostrador, como los chicles. Tenemos que concienciarnos de lo graves que son las medicinas nefrotóxicas y tomarlas solo cuando nos lo recete el médico", razonó.

Ahora bien, si finalmente un paciente desarrolla una enfermedad renal seria, la capacidad funcional del órgano desciende del 15 por ciento y su médico descarta la posibilidad de que ese índice se recupere, el afectado debe empezar a pensar en qué tratamiento sustitutivo va a someterse.

Hay tres opciones: hemodiálisis, diálisis peritoneal y transplante. "Lo ideal es cambiar el riñón. Si el donante es vivo, mejor: aumenta la calidad de vida y el índice de supervivencia del paciente. En esto, en España, somos líderes. Podemos presumir de ello. Después hay otra versión que se llama donante en asistolia, que es cuando la persona presenta un cese irreversible de sus funciones cardiorrespiratorias, pero eso a Asturias no ha llegado", resumió. Las diálisis, por su parte, pueden hacerse en sangre o por el peritoneo, una membrana del abdomen. "Como lo mejor sería no llegar a este estado, yo reivindico siempre la educación: tenemos que hablar más de las enfermedades renales y de cómo podemos prevenirlas", sentenció.