Apenas es un instante, pero los aplausos que generan son ensordecedores, tanto como la sirena que anuncia las reverencias de Cristo a su madre, la Virgen del Rosario en el día de su resurrección. Y así desde el siglo XVIII. La Venia es una de las procesiones más singulares del calendario de Pasión en Asturias, porque sucede sobre la arena de la playa y porque la pericia del abanderado (en esta ocasión, César Rodríguez) en el baile del pendón es vaticinio de buena costera. Luanco ayer, pasadas las doce y media, fue un hervidero. Paco Alba se expresó con claridad: "No vi que el pendón tocara la arena". Eso significa que será un buen año en la mar.

La playa de la Ribera tiene dos accesos: el primero es el más cercano a la torre del Reloj. El otro, junto a la ermita de la Concepción. Por ese lugar, pasó la imagen del Rosario el fin de semana. La Venia recrea el clímax de la Pasión: la vuelta al mundo de los vivos de Aquel que sufrió en la cruz. La imagen del Rosario sale de la ermita cubierta con un velo negro y antecedida por el abanderado: la persona que indica cuándo hay que descubrir a la madre y lo hace dejando bailar su pendón sin permitir que roce la arena mojada con el agua que la marea había retirado ayer por la mañana.

"Todo salió como tenía que salir", apuntó Amparo López, minutos después de que los espectadores hubieran dejado la playa en dirección al templo del pueblo o a los templos del vermú. "Y llevo viendo esto desde muy jovencita... y ya no lo soy tanto", completó la espectadora. "Ha ido bien", apuntó Alba, otro testigo profesional. "Vivo ahí en frente", dijo señalando una casa que se asoma a la playa genuina de Luanco. "Quizás no hubo tanta gente como otros años", dijo el vecino ribereño. La explicación que encontró es "el tiempo, el que dicen por la tele". Apuntaban malo, pero no lo fue tanto. No llovió. "Cuando llueve es peor", explicaron. Y es peor porque el pendón está mojado y baila peor. Sin embargo, César Rodríguez, que cogió la bandera en 2011, hace tiempo que es experto. Y tiene que serlo, que todo el pueblo tiene sus ojos clavados en él.

Los tres bailes fueron perfectos y el ruido de la sirena, intrigante. Cuando cesó, comenzó a sonar el himno nacional de la mano de la Banda de Música de San Martín del Rey Aurelio. Los dos cortejos -el del Cristo y el de la Virgen- se unieron en medio de la playa y, en lugar de subir a la calle por el acceso más cercano a ella, desandaron el trayecto y ascendieron por la cuesta cercana a la ermita de la Concepción.

Reyes Morgade, del Tierramar, celebró como nunca la celebración de La Venia. "Nos va bien, tenemos hoy mucho trabajo", confesó. Y no hay más que echar un ojo a la terraza para aceptar su afirmación. "Pero otros años hay más", insistió. Mientras habla van saliendo vermús y cervezas. "Esto es una tradición muy de aquí. Los que son de fuera son los madrileños, pero muchos ya tienen que despedir la Semana Santa y volver para casa. No vale fiarse de lo que dicen, que hoy no ha estado mal", apuntó.

Amparo Fernández es una de las que no es de Luanco de toda la vida. "Pero mi hermana y yo nos criamos aquí", reconoció. "Ella viene todos los años y yo hace la tira que no volvía", añadió con los ojos puestos, precisamente, en su familiar. ¿Tocó la arena? "Pues no lo vi bien", dice. No lo hizo. Y eso será el vaticinio de un año bueno. "Aunque la pesca anda muy mal desde hace mucho", se quejó Paco Alba. La playa, en un instante, es un hervidero y, en otro, deja de serlo. Hasta el próximo año.