Con solo una hora en el horno, sale un bollo de mantecado bien chulo, el dulce aristócrata de la pastelería avilesina. Nada más. Sin embargo, se precisan unas pocas más para cumplir con la celebración más efectiva del calendario avilesino: la Comida en la Calle, que empieza siendo vermú, se levanta de la mesa después del café y el chupito y se transforma, por la ventura de la fiesta concentrada, en danza al oscurecer. A medianoche, las carrozas se convierten en calabazas y la celebración, en puré. En veinticuatro horas, todo nace, crece y se despide hasta la próxima. Y, si hay suerte, lo hace reproducido y todo.

La costumbre es que las fiestas patronales se alarguen y se alarguen hasta el infinito... y de tanto alargarse, la celebración se disipa. Y eso es un rollo. No pasa nada de eso en la Comida en la Calle: la hermandad que precocinó el doctor Claudio Luanco hace siglo y cuarto reverdece en Avilés cada Lunes de Pascua como si no hubiera un mañana.

Las fiestas del Bollo son las mejores para esperar el fin del mundo. Y lo son porque da tiempo a la hermandad, a escuchar música de raíz (ayer, a Eliseo Parra y a "Dobra"), a fartucase como en una boda. Y, después, a beber esto, aquello y lo de más allá. Y así el tiempo concentrado de esta fiesta tan avilesina adelanta el reloj y, a medianoche, ya son las cinco de la madrugada o, al menos, los festejantes sienten que eso es lo que les sucede en sus cuerpos, que uff, qué mal estoy.

Estudios enjundiosos siempre echan en falta un día siguiente a la Comida en la Calle, que está muy bien concentrarse, escuchar a Fonsi, mover el esqueleto, mirar de reojo... pero todo eso con el estómago lleno de empanada y tortilla no es combustible biodegradable. O, al menos, no muy agradable.

Las fiestas del Bollo nacieron hace 125 años, la Comida en la Calle, hace 26. Y los avilesinos tienen cuerda para rato, para la celebración, para desfilar a ritmo de charanga y también para buscar unas carambolas en el Centro Asturiano. Todo sea por la concentración: la de las horas que se hacen años y también porque siempre está bien comenzar la semana como si fuera un finde. El bollo precisa una hora de calor, los que viven El Bollo, con unas horas intensas reunidas en un solo día se sienten satisfechos. Llambiones.