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Las lenguas muertas resucitan en Luanco

Las asignaturas de Latín y Griego logran una alta matrícula gracias al empuje de dos docentes "Te cambian el cerebro", indican los alumnos

Por la izquierda, Inés Fernández, Virginia Fernández, David Ferro, Pedro Guil, Carmen Fernández, Eva García y Carmen Ruiz; en el centro, sentados, Raúl Heres (detrás) y Samuel Méndez. M. VILLAMUZA

El Latín y el Griego no son lenguas muertas en el instituto Cristo del Socorro de Luanco. Los profesores María del Carmen Fernández Fernández y Pedro Guil Arreciado, con el respaldo de los alumnos, las mantienen más vivas que nunca. Ambas asignaturas tienen enganchados a los estudiantes del Bachillerato de Humanidades, donde el Latín es materia obligatoria y el Griego, optativa. Por su parte, en cuarto de Secundaria, esta última también es opcional. "Los primeros días no entiendes nada, pero en cuanto empiezas a leer, la cosa cambia", comenta Virginia Fernández, que se decantó por esta materia tras las referencias que de ella le dio su hermana. Y al igual que sus compañeros, no se arrepiente de la decisión. En Luanco, ambas asignaturas han logrado un récord de matriculación gracias al empuje de los docentes.

"Serán lenguas muertas, pero influyen en nuestro vocabulario y con ellas adquieres una cultura y un bagaje", indica Raúl Heres. En una opinión similar se manifiesta Carmen Ruiz, para quien el estudio del Latín y Griego "te cambia el cerebro; con cuatro nociones empiezas a analizar el lenguaje y ya no paras, no hay vuelta atrás" . El sistema de las clases, dinámico y entretenido, favorece e incrementa la atracción que sienten los jóvenes por dos materias que dicen ser las grandes desconocidas, "empezando porque no son idiomas, como cree mucha gente", resalta Inés Fernández. Su aprendizaje no sólo se centra en la lengua en sí, abarca desde la mitología, el arte o el teatro, hasta la gastronomía, la música e, incluso, el baile, explican los jóvenes. "También escuchamos la radio en griego por internet o hacemos lecturas dramatizadas", relata Samuel Méndez, a su vez miembro del taller de radio del instituto. Y en el apartado gastronómico han preparado tzatziki, una salsa que lleva pepino, yogur, limón y ajo, que se puede acompañar, por ejemplo, con patatas", dice Carmen Ruiz.

"Las clases son muy dinámicas porque el grupo es muy receptivo, se apuntan a todas las propuestas y lo hacen bien", subraya María del Carmen Fernández Fernández. "Tienen inquietudes, preguntan mucho y saltamos de una cosa a otra según van surgiendo los temas porque no nos gusta dejar cabos sueltos", añade el especialista en Griego, docente muy apreciado por los alumnos porque "es singular, tira mucho y pone pasión en todo", resaltan los jóvenes.

Guil, por su parte, elude el protagonismo, resta importancia a los halagos que con cariño recibe de sus estudiantes y dice que "no busco atraer; si hay algún secreto es que me gusta lo que hago". Y ese hacer educativo se lleva a cabo en un marco que dista mucho del aula convencional. Las clases se celebran en el departamento de Latín y Griego, donde las mesas de trabajo están dispuestas formando una "U" mirando hacia la pizarra. En el entorno, libros, mapas y hasta un sofá para enfrascarse, por ejemplo, en la tragedia de Medea.

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