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La Figura De La Semana | RUBÉN GARABAYA | EXJUGADOR DE BALONMANO

El campeón del mundo que se forjó en una pista de alquitrán en Corvera

El avilesino se retira tras veintidós años de éxitos nacionales e internacionales, como el bronce en los Juegos Olímpicos de Pekín

Rubén Garabaya, tras su retirada como jugador.

Rubén Garabaya deja el balonmano. El 9 del Barça cuando todavía no era el Barça dice adiós. El que ganó con España un título de campeón del mundo, cuando España todavía no ganaba nada, no volverá a contorsionar su muñeca, ni perforará más porterías. La estrella más luminosa que ha dado la ciudad en deportes de equipo ya se ha apagado. Por el camino, han pasado 22 años de títulos nacionales e internacionales. En Logroño, Rubén Garabaya finalizará su etapa de deportista para empezar sus días como mito. Su equipo, el Naturhouse La Rioja, va a retirar el dorsal 17 para que nadie más lo vista. "Quizás el balonmano me salvó la vida", reconoce mucho tiempo después Rubén Garabaya, cuando le toca recordar el punto de partida.

Es Avilés, año 1990; barrio de Villalegre. "Yo no era ningún bala perdida, pero desde luego estar entrenando me quitó de estar haciendo otras muchas cosas", asegura. Lo dice porque su infancia no discurrió paralela a las drogas y los conflictos sociales. "Cuando era niño, desde mi ventana se veía un poblado chabolista, que era un punto de venta de drogas. Por las mañanas, los drogadictos limpiaban las jeringuillas en la fuente. Ya te digo que no tuve problemas, pero el deporte te quita de muchas cosas, también malas", reconoce el exjugador. Los inicios de Rubén Garabaya encajan con los aspectos formales de un hérore de leyenda. La primera vez que jugó al balonmano no lo hizo en un pabellón moderno. Pasaría tiempo hasta que el bronce olímpico en Pekín 2008 pisara una cancha de verdad.

"No me acuerdo bien del primer entrenamiento. Recuerdo más al entrenador y a los compañeros. Sí sé que yo al principio me sentía perdido y que jugábamos en un campo de alquitrán en el colegio cuando había suerte y no llovía. Cuando llovía, que era casi siempre, entrenábamos en unos soportales, pintando columnas", relata. Cuando costruyeron el pabellón de Las Vegas, Garabaya pudo continuar su formación, hasta que en 1997 llamó a su puerta el club Manolo Cadenas, del Ademar de León. Para que no entienda de balonmano, que te llame Cadenas es como si llama Vicente del Bosque. "Con 17 años, te ves viendo la pretemporada con tus ídolos: Demetrio Lozano, Prados, Alemany. Auténticas bestias. En ese momento, no ves el peligro y alguna buena hostia sí que me llevé", asegura.

Rubén Garabaya no tuvo suerte en el Ademar y se marchó. Fue en el Cangas donde empezó a despuntar. De ahí a Barcelona y de la ciudad condal al Naturhouse. Pero su carrera no se puede entender sin la selección española, antes de que fuera el equipo de los hispanos. Ese que ahora sí, congrega a millones de personas delante de la tele para ver un Mudial de balonmano. "Considero que el mejor momento, por encima del campeonato del mundo, están las olimpiadas. Para un deportista no hay nada más grande que participar allí. Aunque no hubiéramos ganado la medalla, también diría lo mismo", se sincera. no obstante, el campeonato del Mundo, en el año 2005, también fue importante. "Es que ganamos cuando lo normal es que España perdiera en todo siempre. Supuso un gran impacto para nosotros. Creo que abrimos la veda para una generación gloriosa para el deporte nacional", puntualiza.

Del regreso de Túnez, Garabaya guarda una anécdota gloriosa. Volvió directamente a Avilés. "Se celebraba la gala de la prensa española en el Palacio Valdés y aprovechando la coyuntura, me dijeron de ir. Llegó a Asturias con el tiempo justo y a la puerta tenía un coche, con la Guardia Civil. Me llevaron por el medio de la autovía, escoltado, hasta la ceremonia. El recibimiento fue espectacular, pero el camino era como las películas, los coches se ponían en la cuneta. Fue una barbaridad", afirma.

Garabaya no ha regresado a Avilés en momentos únicamente puntuales. De hecho, ayer estaba previsto que regresara, pero por motivos de trabajo lo hará hoy. "No, siempre he tratado de venir, cuando el balonmano me lo ha permitido. Logroño es mi casa, pero no me olvido de Avilés", explica el ex jugador que se dedica ahora a gestionar una tienda de reparación de teléfonos móviles. El futuro no escamotea a Garabaya. "Soy programador, me he preaprado porque sabía que el balomano se acabaría de un momento a otro. ¿Entrenar? Y quien lo sabe", zanja un deportista que ya anunció que lo dejaba hace un año. "Ya venía avisando", bromeaba. En su último año, Garabaya ha jugado con el 22, para conmemorar el número de años que lleva en activo y con el sobre nombre de Arenas, por el apellido de su madre. Tras toda una vida, en la que ha pasado por alguno de los más grandes, como el Ademar, el Barça, Valladolid y el Naturhouse, con un palmarés plagado de éxitos. Se nos fue Rubén Garabaya y mira que lo avisó.

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