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TERESA TESSIER | PROFESORA DE DANZA

Bailar como forma de vida

La especialista, hija de un arqueólogo y una maestra, recibió formación en Madrid y Francia y ha transmitido su pasión a cientos de avilesinos

Teresa Tessier, en su estudio de danza. RICARDO SOLÍS

Teresa Tessier siempre quiso ser Giselle. O, mejor dicho, bailar esta obra maestra absoluta del teatro de la danza del Romanticismo, estrenada en 1841 en la Ópera de París. Y la bailó. Porque Teresa Tessier siempre quiso ser bailarina. Y lo es. El ballet es su pasión.

Nació un mes de agosto de un año sin precisar en Las Meanas. Inició sus estudios en las Escuelas Nacionales y continuó su formación en el colegio Marcelo Gago. Casi sin saber caminar, Tessier ya sabía danzar. Catherine Rezard, francesa que durante años dirigió una escuela de ballet en Rivero, le metió el gusanillo en el cuerpo, y aún no ha logrado deshacerse de él. Ni quiere.

Con 8 años estaba segura que "de mayor" sería bailarina, y con 13 estaba camino de un internado en Madrid para tomar clases a las órdenes de Alain Baldini, Víctor Ullate o Carmen Roche. Mientras aprendía pasos y coreografías, esta avilesina continuó su formación académica en el instituto Ramiro de Maeztu, en la capital. Sus padres no pudieron más que acatar sus deseos.

Porque buena parte de que Tessier sea como es, una apasionada del ballet, la tienen Enrique Tessier y Amelia Fernández, ambos fallecidos. Él, arqueólogo; ella, directora de la Escuela Infantil Temis, inculcaron a sus hijos el amor por las artes. El despertador era una pieza de música clásica: "Recuerdo que íbamos a los conciertos de la Filarmónica y nos colgaban las piernas de los asientos". Teresa Tessier tiene dos hermanas y un hermano, pianista. "El amor por el arte es la mejor herencia que se puede recibir", precisa la bailarina.

Adolescente y en Madrid, Tessier descubrió un mundo maravilloso. Pero aquello se le quedó pequeño. Así que con 16 años hizo de nuevo las maletas y se fue a vivir a Francia, donde pasó cuatro años más formándose en el "Centre International de Danse Rosella Hightower". Fue entonces cuando conoció a un coreógrafo que la incluyó en su compañía. Tessier bailó "Giselle" y otras muchas piezas poniendo sobre los escenarios técnica, dramatización, expresión, belleza...

Pero un día se lesionó: rotura de tendón de Aquiles. Estas palabras para un bailarín profesional son, dentro de lo malo, lo peor. Tessier aún se emociona al recordarlo. "Pasé dos años a tratamiento y peregrinando de médico en médico hasta que tuve que tomar la decisión de dejar el baile", relata. Pero no se fue del todo. Regresó a Avilés y durante un tiempo largo estuvo dando clases por algunos colegios. Hace 16 años, decidió montar su academia, un oasis para la danza en la calle Conde del Real Agrado. Aquí enseña a sus discípulos el amor por eso que ella ama: la danza. Tiene alumnos de todas las edades y algunos de sus pupilos ya han hecho carrera profesional, como Gerardo González, ahora en la "National Moravian-Silesian" o Sandra Serey. "En Avilés, no hay familia que no tenga a alguien en alguna escuela o academia de danza, hay una cantera increíble", precisa Tessier, que no solo enseña a sus alumnos danza, también a ser mejores personas.

Porque no hay festival solidario en Avilés en el que no participe esta avilesina. "Es una forma de llevar la danza a la calle, que los alumnos se sientan realizados y de educarlos porque nosotros bailamos con la misma dignidad en un festival solidario que en el teatro Palacio Valdés", explica Tessier, que apunta: "Y, por supuesto, es una forma de colaborar con causas justas".

Tessier ya no se sube a los escenarios, pero exige en los ensayos. Tiene las ideas muy claras: "Me encantaría que la danza formara parte de la vida de todo el mundo y que en los colegios se impartiera como asignatura obligatoria". Hace entonces alusión a Martha Graham, bailarina estadounidense: "La danza es el lenguaje oculto del alma del cuerpo". En esas está Teresa Tessier, que siempre fue lo que quiso ser y no duda: "Repetiría".

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