Ángel González, el último gran maestro de la poesía española, nació en Oviedo un 6 de septiembre de 1925. Aunque carbayón, el literato disfrutó de su infancia y juventud en la pequeña parroquia de Ucedo, en Soto del Barco, cerca de donde veraneó dos años otro grande de las letras: Rubén Darío. Ahora, el Ayuntamiento que lidera Jaime Menéndez Corrales prevé rendir un homenaje al poeta de la Generación del 50 fallecido hace una década. Aún sin fecha definitiva, la Corporación quiere colocar una placa en la vivienda que ocupó de crío el escritor, el mismo que en 1985 recibió el premio Príncipe de Asturias de las Letras y, años después, el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.

La casona de corte indiano que vio crecer al poeta de la Generación del 50 fue vendida y permanece, a simple vista, cerrada. Nada guarda recuerdo de su paso por Ucedo. Pero su historia la mantiene viva la asociación recreativo cultural "El Trichorio", que hace años ya propuso que se rindiera homenaje al poeta. Al menos, el mismo que se llevó en su día el también poeta Rubén Darío, quien eligió el barrio de Monterrey, para disfrutar de dos veranos, en 1908 y 1909.

La relación de Ángel González con Soto del Barco se remonta a su abuela. Adelina González y Fernández-Buria era de Riberas; su abuelo, Manuel Muñiz, de Las Regueras, ejerció como maestro en una institución de beneficiencia de Soto del Barco, según recoge "El Trichorio" en su blog. En 1884 ,Adelina falleció tras dar a luz a su hija María, madre del poeta, también criada en la localidad de Riberas. Y María se casó con el pedagogo Pedro González, vinculado a la_Institución Libre de Enseñanza. Como fruto del matrimonio nacieron Manuel Julián, Maruja, Pedro y Ángel.

Hasta los 21 años, con el paréntesis de la Guerra Civil, el poeta pasó los veranos en Ucedo, en la casa de su tía abuela Clotilde. El aire de Riberas era sano. Posteriormente, seguiría acudiendo con frecuencia a Riberas para visitar a sus primas Rosa y Carmina Labra. En el año 1993, Ángel González fue entrevistado en Riberas por el periodista José Luis Balbín. Fuera de las cámaras manifestó que caminar de nuevo por Riberas suponía "rememorar un tiempo feliz, una época que marca y no se olvida". Ahora Soto quiere recordarle a él.

En Ucedo, la respiración corta el silencio. Aquella casona que vio crecer a Ángel González se mantiene cerrada, pero unas ventanas recién cambiadas auguran un futuro prometedor a la vivienda. A los pies de la casa, una señales indican al caminante rutas que permiten conocer Riberas. Solo los ladridos de los perros indican que en Ucedo hay vida, la que conoció Ángel González unos años después que el nicaragüense Rubén Darío.