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Concejo de Bildeo | Crónicas del municipio imposible

La tarta formiguera

La tarta formiguera

De nuestro corresponsal, Falcatrúas

Faltaba poco para la fiesta de Bildeo, de los patronos locales San Simeón y San Tolomeo, a los que los vecinos invocan cuando no miccionan como Dios manda; estos dos santos, dados sus nombres, seguro que en vida orinaban profusamente.

Como cada año, las mayas (mozas de mayo) recorrieron una semana antes el pueblo casa por casa, portando una cesta de buen tamaño, donde las vecinas iban echando farina, azúcar y huevos, con los que amasar panes para el Ramo. Aquel año, la generosidad de las bildeanas se desbordó y recogieron dos cestadas llenas. ¿Qué había pasado? Una de las mozas, Tere, que era el mismo demonio, antes de comenzar el recorrido pedigüeño, habló con las demás:

-Todos los años se empieza a pedir por la primera casa del pico del pueblo o por la última del fondo. Vosotras, que ya lo lleváis haciendo unos años, ¿quién es la que más da?

-Fulanita, siempre da mucho, si no es por ella, no nos llega lo recogido para hacer los bollos.

-Pues vamos a empezar por ahí, que ponga la muestra.

Y así lo hicieron. Llamaron en aquella casa tan generosa y dejaron caer que habían empezado por ella para marcar el camino a las demás. Qué más quiso la mujer, puso en la cesta dos kilos de harina, un kilo de azúcar, una docena de huevos, media botella de anís y veinte duros metidos en un sobre de plástico transparente.

Al llegar a la segunda casa, su dueña puso cara de asombro:

-¿Cuántas casas anduvisteis que venís tan cargadas?

-Una nada más, la de ahí.

La mujer, que ya tenía una taza de harina preparada y tres huevos, se lo pensó mejor, volvió a la cocina y regresó con mucho más de todo, además de un paquete de galletas y diez duros. Ese día recogieron tanto material que pudieron haber puesto en marcha una panadería.

Las mayas volvieron a reunirse, a ver qué hacían.

-Ocho bollas grandes de pan dulce, la rosca de coronar el ramo?

-Todavía nos sobran mucha harina, azúcar, huevos?

-Mi madre podría hacer una tarta, -dijo Tere.

-Estupendo. Engracia hace una tarta para nosotras y para invitar a quien queramos; compraremos adornos nuevos para el ramo; todo lo que sobre y el resto del dinero, se lo damos al cura, para quien lo necesite.

-Al cura, nada. Se lo llevamos a los de X, todas sabemos que están pasando necesidad.

A Engracia no le faltaba el humor, en cuanto le insinuaron lo de hacer una tarta, enseguida empezó a menear al mandil y aquella misma tarde quedó hecha una tarta de la abuela grande como rueda de camión.

Por aquel tiempo no había luz eléctrica en el pueblo, aunque estaba solicitada y aprobada desde hacía tiempo. Hidroeléctrica dijo que iba a venir cualquier día a plantar los postes, sin especificar de qué año y así llevaban más de un quinquenio esperando y sin cobrar pluses por la demora. La tarta la dejaron en un lugar fresco, dentro de un local grande que llamaban el Salón, habitualmente cerrado, utilizado en otros tiempos para hacer baile y dar escuela, hasta el día siguiente en que a buen seguro aquel enorme pastel desaparecería en un momento ante la voracidad de la juventud.

Vigilando las idas y venidas de las mozas andaban dos zascandiles que solían darles muchos dolores de cabeza: Cierno y Ságamo, (cierno es la parte dura de la madera de un tronco y ságamo la parte más blanda, algo similar al jamón y el tocino que lo envuelve). Cierno era veneno puro, pequeño, un zorramplas de cuidado; Ságamo era grande, maizón, manejado siempre por el otro. Estos dos tenían otros planes para la tarta.

Aquella noche, las mozas fueron a echar una ojeada a la tarta, no fuese que un ratón... Quedaron espantadas, la tarta estaba negra. Cuando se fijaron, vieron que hervía de hormigas, miles de ellas la cubrían y marchaban de reguera con migas camino del hormiguero.

-¡Tirayla, por Dios, qué asco!

-Vamos a dejala como tá.

-¿Pero pa qué?

-Vi rondar por aquí cerca a esos faltosos de Cierno y Ságamo. Vamos a ver si Engracia nos quiere hace otra y esta dejámosla aquí.

Aquella noche, Cierno y Ságamo se colaron en el Salón; luz no había, fueron alumbrándose malamente con un mechero de mecha y se zamparon la tarta con gran deleite y riéndose de las mozas que iban a quedar sin nada.

-¿No notas unos graninos en la boca a la hora de comer?- preguntaba Ságamo.

-No se ve un carajo, debieron de ponerle moras por encima. Hay que comerla toda, que ta cojonuda.

Seguiremos informando.

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