Un trabajador de un buque pesquero con base en el Puerto de Avilés sufrió un accidente en mayo de 2013: se le cayeron encima 10 cajas llenas cada una de ellas con 25 kilos de pescado. Esto le provocó heridas que tardaron 196 días en curarse, entre ellas, una cicatriz en la espalda de 29 centímetros y una cojera agravada. La causa del accidente fue el estado en que se encontraba un grillete incluido en la pluma, una grúa que utilizan los empleados de barco para desestibar las bodegas después de cada marea. Todo esto es lo que se dirimió ayer en un juicio en Avilés.

La fiscal pidió dos años y medio de cárcel al considerar que el armador del barco es el responsable de conocer el estado en que se encontraba la pieza, más si cabe, cuando "ha quedado acreditado que el mantenimiento del barco había sido inadecuado o inexistente", algo que, sin embargo, negó el técnico del Instituto Asturiano de Riesgos Laborales, que declaró ayer en la vista contra el armador. "El barco estaba impoluto", subrayó. Otro técnico -de una empresa de previsión de riesgos laborales, actualmente también en el Instituto de Riesgos Laborales-, será acusado de haber cometido falso testimonio al negar haber redactado un informe que, en palabras de su jefa (también testigo), sí había firmado.

La defensa del armador rechazó la interpretación del ministerio público. "Cumplimos con nuestras obligaciones, no sé si se puede decir lo mismo del accidentado", subrayó el letrado. Y es que varios trabajadores del barco y el Inspector del Ministerio de Trabajo pusieron en duda que el accidentado estuviera a salvo del radio de actuación de la pluma (para bajar las cajas, lo explicó el segundo oficial del buque, hay que estar a ambos lados). El inspector y también el propio accidentado reconocieron que tenían formación en prevención de riesgos laborales. O sea, que "se produjo una fatalidad".

El ministerio público organizó sus interrogatorios para discernir cuándo y cómo se realizaban inspecciones de los grilletes de la pluma. Recogió siempre la misma explicación: de vez en cuando, al finalizar las mareas y, siempre, cuando el barco "va a varadero", esto es, una vez al año. "¿Y por qué no existe mayor control?", preguntó al patrón del barco. "Porque no es obligatorio", respondió el patrón.

El caso es que el grillete se tronchó. La razón la explicó una ingeniera de Minas del centro tecnológico AIMEN de Galicia: "Porque se combinaron tres causas: el material del que está hecho, su estado tensional alto y su régimen de corrosión", dijo la perito. "¿Se puede detectar todo esto a simple vista?", preguntó el abogado de la defensa. La respuesta de la perito fue "no". "¿Se rompió por el uso?", insistió el abogado. La respuesta de la perito fue que, de ser así, "hubiera roto de otra manera". Se da la circunstancia de que salvo la ingeniera del AIMEN, "ni el técnico del Instituto Asturiano, ni el Inspector de Trabajo examinaron el estado del grillete", concluyó la defensa.