Asturiana de Zinc (Azsa) tiene previsto invertir 5,36 millones de euros para clausurar mediante su sellado, relleno y revegetación la balsa de 9,3 hectáreas de superficie que aún mantiene operativa en San Juan de Nieva para el vertido eventual de jarosita, un residuo industrial de carácter peligroso que hasta 2002 se confinó en depósitos al aire libre -llegó a haber tres balsas, las dos primeras ya selladas- y desde esa fecha es transformado, gracias al uso de tecnología perfeccionada por Azsa, en jarofix (mezcla inerte de jarosita, cal y cemento).

La empresa estima que todas las obras a realizar para clausurar con las debidas garantías ambientales la balsa de jarosita número 3, la más grande de todas las que fueron construidas, durarán unos dos años. Cuando pase ese tiempo, Azsa podrá presumir de haber desterrado de su factoría de San Juan de Nieva, la mayor del mundo, una práctica productiva que presentaba, entre otros inconvenientes ambientales, la producción de grandes volúmenes de un compuesto peligroso para la naturaleza, complejo de manipular, costoso de almacenar y potencialmente catastrófico en el caso de producirse un fallo de contención de las balsas, como desgraciadamente ocurrió en 1998 en las balsas mineras de Aznalcóllar (Sevilla).

La jarosita formó parte intrínseca del proceso para producir cinc por el método electrolítico (el que logra la separación de los componentes de una mezcla con ayuda de electricidad) desde el descubrimiento a mediados de los años sesenta del pasado siglo de un procedimiento altamente eficaz para separar del cinc las impurezas de hierro en forma de precipitado de jarosita, un compuesto sintético cristalino que contiene, entre otras sustancias, hierro, plomo, sodio, potasio y amonio. La jarosita tiene la ventaja de separarse muy bien de la disolución rica en cinc y con su uso se logra la captura de más hierro, a la vez que se recupera el cinc de las ferritas minimizando así la pérdida del mineral que constituye el negocio de Azsa.

Durante cuarenta años, la única solución para deshacerse de la jarosita (carente de valor comercial) fue su vertido a balsas. Colmatadas las número 1 y 2, Azsa construyó en 1995 una tercera, la más grande, la que ahora quiere clausurar. La razón de que ya no necesite esta balsa es que, fruto de la investigación, la empresa logró en 2002 transformar la jarosita en otra sustancia a la que bautizó como jarofix, un residuo sólido, estable e inerte. Y este material será precisamente el que Azsa utilizará para rellenar la balsa número 3; la previsión es aportar 754.000 toneladas, que corresponden aproximadamente a un volumen de 500.000 metros cúbicos.

El jarofix que sale de la factoría de San Juan tiene como destino preferente las canteras de la margen derecha de la ría, donde es usado como relleno para la restauración paisajística. En el caso del aporte que se hará para el relleno y sellado de la balsa número 3 de jarosita, la empresa ha encargado un proyecto técnico a la empresa de ingeniería Incenersa y el mismo prevé multitud de salvaguardas ambientales para evitar en el futuro se produzcan filtraciones o contaminaciones del entorno. Así, la balsa sellada dispondrá de varios pozos drenantes para captar el lixiviado que se genere por efecto de la compresión, tendrá dos capas de geocompuesto drenante, habrá controles analíticos anuales de las aguas subterráneas y medidas contra la acción del agua de escorrentía, entre otras.