"Estábamos tomando unos vasos de ribeiro y haciéndonos selfies cuando oímos un petardazo, vimos salir una llama como de un metro por un costado del barco y en cuanto los tripulantes trataron de apagar el fuego con extintores aquello se desmadró y empezó a salir fuego por todos los ventanucos de la cubierta inferior; fue cuestión de segundos". Así relata Iván de la Rosa Méndez, el avilesino a bordo del catamarán turístico que se incendió la tarde del martes en la ría de Arosa (Pontevedra), el inicio de un fuego que destruyó el barco y ha dejado 38 heridos de diversa consideración, dos al menos muy graves por las quemaduras sufridas.

Junto a Iván de la Rosa Méndez, de 27 años, se hallaba su novia, la también avilesina Verónica Muñiz Espejo, de 30 años, que fue una de las primeras pasajeras que por precaución se lanzó al agua a la vista de la dimensión que cogió en poco tiempo el fuego. "Yo confiaba, en principio, en que apagarían las llamas con los extintores, pero me da la sensación de que éstos no eran adecuados para el tipo de fuego que se originó porque en vez de apagarse se avivaron", explica De la Rosa en conversación telefónica desde Sanxenxo con LA NUEVA ESPAÑA de Avilés.

Buenos nadadores ambos, Verónica Muñiz se asió a una batea de mejillones, donde desde una lancha de las que acudieron al rescate de los náufragos le facilitaron un flotador para que aguantase hasta ser sacada del agua. Iván de la Rosa, que también acabó saltando por la borda cuando el fuego se tornó incontrolable, fue auxiliado por la tripulación de una lancha deportiva que luego acabaría también recogiendo de la batea a la muchacha avilesina.

"Acudieron decenas de embarcaciones en ayuda nuestra y también una vez en tierra fueron todo atenciones por parte de los servicios sanitarios y las fuerzas del orden, incluso del hotel donde estamos alojados. Dentro de lo malo fue lo mejor de este accidente, que viendo cómo se produjo y cuánta gente iba en el barco uso ser muy gordo", concluye De la Rosa, que junto a su novia busca la forma de emprender el camino de regreso a Avilés con precariedad de medios: se han quedado sin teléfonos, sin llave del coche y sin sus documentos personales. "Pero estamos bien, apenas rasguños y contusiones", tranquiliza el avilesino.