Marta (nombre ficticio para proteger la identidad de una víctima de violencia de género) llevaba dos años de relación con J. A. L. L., de 51 años. Solo los dos primeros meses fueron felices, reconoce. El resto, un camino al calvario: "Me amenazaba con matarme a mí y a mi hijo (menor) si se me ocurría advertir a la policía". Marta asegura que sentía "pánico, terror". Ahogada en lágrimas, subraya: "Hay quien me juzga, hay quien ahora me dice que por qué aguanté esta situación, que me llama tonta. Es muy fácil hablar sin saber. Él me decía que de la cárcel se sale, pero del cementerio no". Marta aguantó lo inaguantable... hasta el sábado.

Ese día salieron a comer a una céntrica sidrería de Avilés. Con ellos estaba el hijo de Marta y los dos hijos de J. A. L. L., todos menores de edad. Todo fue bien hasta los postres. El desencadenante de la bronca fue, como muchas otras veces, "una chorrada". "Unos niños querían ir a comer un helado al Festival Intercéltico, otros quedar en el restaurante. Yo fui a coger mi bolso y me lo quitó. Me dejó sin llaves de casa y del coche, también sin el teléfono móvil. Las lesiones que tengo son porque me agarró con fuerza la mano cuando quise recuperar mis cosas y no me dejó", admite Marta.

"En ese momento se me vino el mundo encima. Sabía lo que me iba a pasar si salía del bar con él y escapé", añade. Marta se encerró en el servicio presa del pánico y esperó la llegada de la Policía Nacional, que primero la trasladó al Hospital Universitario San Agustín (le trataron por una crisis de ansiedad y le hicieron parte de lesiones) y luego a la comisaría, donde prestó declaración hasta la madrugada del domingo. Su pareja abandonó el local y se refugió en la vivienda de Marta, en Coto Carcedo.

Allí se atrincheró en el tercer piso del número 3 de la calle Peña Ubiña durante algo más de tres horas. J. A. L. L. temía ir preso consciente de que ya tenía antecedentes penales por violencia de género con otra pareja. Eso aseguró cuando contactó telefónicamente con LA NUEVA ESPAÑA. Amenazaba con prender fuego al piso y matarse. Finalmente se entregó gracias principalmente al trabajo de un mediador de la Guardia Civil, cuerpo armado que desplegó un importante dispositivo de emergencia en Coto Carcedo.

"Ayer (por el domingo) fui a ver cómo me había dejado el piso, esperaba lo peor. Destrozó la televisión, arrancó la puerta de la habitación del niño, destrozó los muebles, los cuadros... Ya lo limpié", confiesa Marta ,que a veces afina la voz para dar muestras de entereza; otras, las más, se derrumba durante la conversación con LA NUEVA ESPAÑA.

"Cuando en el bar me quitó las llaves dije no. Ya no. Aguanté por miedo, eso quiero que quede claro. Él me encerraba en mi casa con llave, me quitaba el móvil. Me preguntaba si quería que matara a mi hijo o a mí, me pegó, me apuntaba con un cuchillo... Tenía mucho miedo, pánico". El relato de Marta es el de una tortura permanente. Ella llevaba tiempo sintiéndose víctima de género.

Marta siempre había dicho que jamás de los jamases soportaría una relación así. "Al final, mira. Te pasa y aguantas. Por una paliza, porque me rompió la cara, porque me hizo de todo te crees que te puede matar a ti o quien sea", revela esta mujer que cree que ese hombre que hace dos años se "metió" en su casa "es un enfermo". "Me enteré que trataba mal a su exmujer, a otra pareja que tuvo... Es una persona que cuando está bien es cariñosa y atenta pero por la mínima cosa se transforma completamente", explica Marta que ahora que cuenta con una orden de protección quiere llegar hasta el final. J. A. L. L. ingresó en el centro penitenciario de Asturias el pasado domingo por orden del juez titular del número 5 de Avilés, Julio Martínez Zahonero. Se le imputa un delito de violencia de género.

"Yo no quiero verlo más. No quiero que se acerque a mí, ni a mi hijo ni a mi familia. A mí me da igual que esté en la cárcel o no, yo solo quiero que no se acerque a mí. Eso es lo que quiero desde el principio. Le dije que me dejara, que yo no quería vivir con él, que no era feliz, que no podía obligarme, pero le daba igual. Yo ahora quiero que este lejos, muy lejos de mí. Creo que no pido tanto", concluye Marta, que iniciará un tratamiento psicológico. En estos últimos días, en esa lucha por su "libertad", también pidió testigos del suceso en la sidrería avilesina a través de la red social Facebook. Luego eliminó el mensaje.

"Me dicen que tengo que estar fuerte para lo que está por venir". Reclama de nuevo comprensión: "Es muy fácil juzgar por qué no di el paso antes, ahora creo que está claro: no se puede juzgar a las víctimas sin saber. Yo sentía pánico. Ahora quiero que me deje vivir".