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Surcando la ría y la historia

El ingeniero Ricardo García Iglesias desentraña en "Frasquía" el pasado de todos los navíos que aprovecharon el estuario avilesino a lo largo de los últimos 150 años

"La aldeana". "FRASQUÍA", ED. NIEVA

Hubo una vez en que "Plutón", el remolcador, no el dios, surcó las olas de la ría de Avilés. "Lo hizo hasta no hace mucho". Quien habla es el ingeniero Ricardo García Iglesias, el autor de "Frasquía. Embarcaciones en el puerto de Avilés desde el siglo XIX al XXI" (Nieva, 2018), una monografía que descubre la historia más escondida del concejo. Y es que, durante demasiado tiempo, la ciudad ha permanecido de espaldas a sus muelles y sus muelles, de la ciudad.

García Iglesias es de Zeluán y esta circunstancia es radical para explicar que se haya decidido por contar el pasado y el presente de la ría y, específicamente, de las embarcaciones que han surcado sus aguas en el último siglo y medio: lanchas de recreo, de pesca, remolcadores, dragas... Barcos que enriquecieron la ciudad, que explicaron su economía e, incluso, su propia geografía. El Puerto de Avilés cuenta con la Curva de Pachico y en el libro de García Iglesias sale el tal Pachico. "Se llamaba Francisco Corostola Alcibar. Era el dueño de la lancha 'Politxia'", cuenta el autor de "Frasquía" que confiesa que se metió a escribir la historia de las embarcaciones locales por un deseo de reivindicar a los carpinteros de ribera, los artesanos que dieron "a la mar, madera". El último de todos -Lolo Jesusa- falleció el 6 de julio de 2009. "Con él se acabó el oficio tal como se conocía en el siglo pasado en esta zona", escribe García Iglesias.

La búsqueda del pasado de los medios de transporte marinos le llevó a García Iglesias primero a las embarcaciones de recreo. "La más antigua de todas fue el 'Nieva'", cuenta el ingeniero. La lancha cogía a los avilesinos en la margen izquierda de la ría y los llevaba a la derecha. "Tenía primera y segunda clases", subraya García Iglesias. Era un vapor propiedad de la familia Graíño, una de las más señeras del último tercio del siglo XIX.

"Paraba junto al puente de San Sebastián y llevaba a los excursionistas a la zona de la peña del Caballo donde hacia 1875 había un balneario", sigue el relato. Allí los avilesinos pasaban el día. "Comían en una marisquería que se llamaba Casa Tamón y, por la tarde, el vapor iba a recoger a los excursionistas que querían bañarse en Salinas. De allí volvía a San Balandrán y terminaba donde habían empezado", asegura el ingeniero. El escritor Eloy Fernández Caravera recreó aquellos viajes estivales en su "Mayita", una novela costumbrista a la avilesina.

El deseo de los baños de ola fueron patentes hasta bien entrados los años setenta, cuando empezó a notarse la suciedad que salían de la siderúrgica nacional. "El vapor cambió por la gasolina, por el remo...", apunta. Las excursiones primero salían de Raíces "aprovechando la parada del tranvía" y más adelante, de Avilés, del mismo paso Larrañaga. "Había que bañarse, merendar, hacerse arrumacos...", bromea el ingeniero. "Era el mejor modo de llegar al otro lado: había mala carretera", apunta el autor de "Frasquía".

El capítulo de las lanchas de ocio es largo: "La aldeana", de César Aniceto (Fernández Rodríguez), la "Politxia", con la "tx" en vascuence, la lancha de Pachico que vivía en San Juan de Nieva.

Pero no todo iba a ser vivir el verano a la orilla del estuario. Las dragas que han cambiado la geografía del Puerto son muchas. Recuerda García Iglesias especialmente la "Chupona" y la "Avilés". El nombre oficial de la primera al final fue "Alvargonzález", pero antes se llamó "Manolín Rodríguez" y, mucho antes, la "Elshout". Lo de "Alvargonzález" le viene de Claudio Fernández Alvargonzález, que dirigió la Junta de Obras del Puerto y que fue fusilado por los republicanos. Manolín Rodríguez, por su parte, fue el primero obrero de la misma junta muerto al caer el Frente Norte. La otra draga que señala García Iglesias es la "Avilés", que llegó a los muelles en 1927. Lo que hizo, lo señala García Iglesias, es "limpiar sistemáticamente el canal, la curva de Pachico, los lodos del muelle local". A la "Avilés" le corresponde la responsabilidad de la desaparición de la isla de San Balandrán y de la peña Badil.

Los cargueros son parte fundamental del estudio de García Iglesias. Destaca el "Pau Casals", el "Werdendam B." y también el "F. Jaureguizar", que sigue flotando, a pesar de los cien años que van de su construcción. Y sobre todos ellos, el "Plutón", que es un nombre divino.

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