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"La agricultura ecológica es una actividad con futuro", afirman desde la bioescuela de Cáritas

Los alumnos destacan que el aprendizaje de las técnicas agrarias les reconcilia con la naturaleza y les abre nuevas perspectivas laborales

Por la izquierda, Aitor Oliver Dietrich, Ebou Leigh y Javier Herraiz, en el invernadero de la bioescuela. MARA VILLAMUZA

La bioescuela de Cáritas, con sede en Valliniello, lleva desde 2014 ofreciendo una formación profesional única e innovadora: el cultivo autosostenible. Aunque el regreso al laboreo de la tierra pueda ser visto como algo arcaico, desde la entidad aseguran que la llamada "agricultura ecológica" experimenta un lento pero constante crecimiento. Quizás porque las políticas medioambientales han hecho mella en la sensibilidad de la población y en las empresas dedicadas a este sector. Por su parte, los alumnos, muchos en riesgo de exclusión social, encuentran en esta tarea un apoyo que va más allá del campo laboral: "Te hace sentir vivo, vuelves a las raíces", coinciden.

Ebou Leigh procede de Gambia y lleva doce años en España. Después de realizar todo tipo de trabajos en la construcción y en la repostería, se inscribió en uno de los cursos trimestrales que ofrece Cáritas en la localidad y que concluyó hace unos meses: "Hicimos de todo, aprendimos a andar con las máquinas, las segadoras, a cultivar, a usar los abonos...", explica. "Ahora tengo más posibilidades de trabajar, sales de aquí con mucha experiencia". Además, asegura que "el autoconsumo te permite valerte por ti mismo". La bioescuela cuenta con un terreno de 1,2 hectáreas, de las que actualmente se trabajan 4.000 metros cuadrados, de los cuales 3.500 son cultivos al aire libre y, los otros 500, dos invernaderos. También cuentan con 70 frutales con el fin de aumentar la diversidad de productos. Y es que además de clases sobre el cultivo, tanto teóricas como prácticas, el objetivo es diversificar el número de materias, incluyendo otros sectores afines como jardinería u ornamentación.

"Alrededor del 50% del alumnado son inmigrantes, algunos en situación irregular", aclara Aitor Oliver Dietrich, coordinador técnico del proyecto. "Vienen personas con todo tipo de motivaciones", continúa el monitor. "Aquí proporcionamos un punto de encuentro para que puedan crear redes y trabajar en grupo, a la vez que inculcamos el cariño por el campo y la tierra", declara. Por otra parte, el coordinador lamenta la baja participación femenina, apenas un 10% del total. El motivo, según indica, es que en las acogidas de Cáritas las mujeres optan más bien por la vía doméstica.

Los participantes en este curso básico de agricultura ecológica, de entre 20 y 60 años, toman parte en talleres de tres meses de duración que se adaptan a cada estación del año. En ellos, aprenden todo el proceso que va desde la recolección de la semilla hasta la cosecha. "Es un curso de agricultura, pero también de humanidad", cuenta Javier Herraiz Valle, exalumno de la escuela. Tras un infarto por el que tuvo que dejar su trabajo de albañil, admite que la experiencia le ha cambiado la vida: "Nos hemos apartado de la naturaleza y es bueno volver a lo del abuelo, a cuidar la tierra sin echar nada que no sea natural, porque luego comemos esos alimentos", expone.

La bioescuela ofrece a los alumnos que finalizan el curso y muestren interés, como a Javier Herraiz, una parcela para crear su propio huerto de autoconsumo, de 20 metros cuadrados. Otros encuentran trabajos temporales en épocas de cosecha o incluso contratos fijos en áreas como la jardinería. "El proceso es lento porque está empezando, pero cada vez hay más interés en el sector y sí que tiene salidas", asegura Dietrich.

Los excedentes se donan a las cocinas de Cáritas en las casas de acogida. Y es que desde la organización defienden que los campos de cultivo se encuentran infrautilizados y que la existencia de este curso se debe precisamente a la demanda que se han encontrado para la recuperación de parcelas abandonadas. "El campo te da trabajo y te recompensa, te hace sentir vivo, vuelves a las raíces", concluye Herraiz. "Es toda una terapia".

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