La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

"A partir de ahora sólo queda el trabajo fino", celebra Antonio Suárez Marcos

Uno de los destacados impulsores de la recuperación de la ría avilesina advierte de que las intervenciones ambientales "nunca se acaban del todo"

Antonio Suárez Marcos.

La recuperación de la ría es una ambición perpetua para los responsables políticos de Avilés. Hace 26 años se firmó un convenio para dotar de una red de saneamiento a la ciudad y el lunes pasado el Ayuntamiento de Avilés fue el escenario en el que se recibió la última infraestructura, la que completa uno de los puzles más difíciles de armar de la historia local. Pero este tipo de operaciones "nunca se acaban del todo porque siempre hay cosas que renovar, que actualizar: pasó con la depuradora de Maqua. No obstante, a partir de ahora sólo queda el trabajo fino. Lo gordo ya está concluido", reflexiona Antonio Suárez Marcos, que es una de las personas que más hizo por la realización de los distintos colectores, primero como técnico de Medio Ambiente de Avilés, luego como director general de Obras Hidráulicas del Principado y, al final, como responsable del Consorcio de Aguas de Asturias (Cadasa). Ahora está jubilado, pero su perspectiva sobre el trabajo que llevó a Avilés del tendido a la arena sigue siendo privilegiada.

El nuevo colector, el industrial, empezará a funcionar en septiembre, cuando las grandes empresas se enchufen al conducto que discurre por la margen derecha de la ría. El proyecto echó a andar tras la firma de un convenio suscrito en 1992 entre la Administración central, el Principado y el Ayuntamiento. "Pero todo esto empezó un poco antes", apunta Suárez Marcos. "En 1976 comenzamos a pensar cómo eliminar la contaminación atmosférica: fue cuando la declaración de Avilés como ciudad contaminada", explica el experto. El primer estudio sobre el asunto data de 1982, cuando Manuel Ponga era alcalde de la ciudad. "Fue un estudio que redactó la empresa Sereland", recuerda Suárez Marcos. "Con ese estudio supimos qué había en la ría, quién lo tiraba, cuánto...", resume. Y es que este tipo de cosas, recalca, tienen un calendario que cumplir.

Al poco fue cuando Manuel Ponga se puso en contacto con Thames Water, la empresa que gestiona el servicio público de agua de Londres: "Lo he contado muchas veces: vino el gerente de la empresa y nos dijo que si empezábamos entonces a limpiar la ría quizá acabaríamos veinte años después. Nos desanimó, pero vaya, no iba desencaminado". Aquel desaliento sólo fue un episodio eventual.

En las mismas fechas en que se iba a reinaugurar el teatro Palacio Valdés -noviembre de 1992- se firmó el convenio que fue la primera pieza del puzle del saneamiento. "La depuradora de Maqua, que la pensamos de alta carga porque vertía al mar -eso era algo posible hace 26 años-, ahora tenemos que cambiarla entera porque se ha quedado anticuada. Por eso digo que el trabajo del saneamiento no finaliza nunca", comenta. Suárez Marcos. En paralelo a eso "se extrajeron los lodos de la ría: 240.000 toneladas. La guinda más gorda fue renovar el puente de San Sebastián. Así fue como pudimos empezar a pensar en el Niemeyer", concluye.

Compartir el artículo

stats